sábado, 10 de marzo de 2007

LA HISTORIA SE REPITE

Os cuento un sucedido de esta misma tarde que me ha resultado fuente de inspiración para probar fortuna en este nuestro blog, por aquello de compartir vivencias que nos puedan resultar familiares.

Corrían las 5 y poco de la tarde cuando me encontraba recogiendo a mis hijos en el patio del colegio. Imaginaros la densidad de población en esos momentos. Categoría especial, pues a los cientos, miles, millones de niños que salen a la vez de sus clases se suman los padres, abuelos, y demás conocidos de todo rango que se suelen quedar a charlar allí sin prisa formando corrillos por aquello de que es viernes. En ese momento el patio se convierte en escenario de múltiples partidillos de fútbol y baloncesto y los balonazos forman parte de los riesgos que uno asume estando allí.

En tales circunstancias presencié atónito como un chaval de unos 13 o 14 años desde una esquina del patio, tuvo los santos cojones de enganchar un balón de baloncesto (insisto, de baloncesto) que pasaba a su lado y propinarle un patadón hacia los cielos que ríete de “pata de mula Macho Figueroa” mítico jugador del Murcia de los años 80, célebre por sus dulces y sutiles lanzamientos a puerta. Imaginaros la escena, el balón cogiendo altura y dirigiéndose en su frenética caída al centro del patio donde la visión del cemento brillaba por su ausencia y donde nadie reparaba en el proyectil que surcaba los aires en dirección a sus cabezas.

Por suerte no ocurrió nada, el balón se estrelló violenta y milagrosamente contra el suelo y golpeó la espalda de un señor después, tras haber perdido toda su fuerza. El caso es que en las proximidades de donde cayó el esférico que diría Héctor del Mar, pude ver un par de cochecitos de bebé y miles de niños de todas las edades correteando, cuyas cabezas hubieran sido empotradas literalmente entre sus hombros de haberles caído encima la bomba.

Ni corto ni perezoso me encaminé rápidamente hacia el colosal pateador sin perder en ningún momento contacto visual con él para que no se me escapara. El muy ladino se había escabullido entre la multitud haciéndose el loco y se había ido hasta una pared donde agachado hacía que se ataba un zapato. La hostia que le hubiera pegado en ese momento habría quedado para los anales de la historia pero no, me incliné hacia él y con toda la mala leche de que fui capaz y con esa voz de ultratumba que se me pone cuando me cabreo, motivado supongo por el hinchazón de la yugular que me oprime las cuerdas vocales le dije: “Oye chaval, tu sabes que por la gilipollez que acabas de hacer puedes estar toda tu vida en la cárcel. ¿Sabes que podías haberle reventado la cabeza a un bebé o haber matado a un niño?”.

El chaval no se atrevía a levantar la cabeza aunque el trozo de cara que se le veía estaba más blanco que la 9ª copa de Europa. Las canillas seguro que le temblaban. Me quedé callado y esperé observándole fijamente con cara de asesino a que se levantara y me mirara. Una vez lo hizo pude confirmar que estaba cagaíto, lo cual aproveché para darle la puntilla: “La próxima vez que te vea hacer eso, te llevo a la policía, ¿entiendes?”. El pobrecillo me contestó con un si que casi era un susurro mientras me miraba de reojo. Ahí fue cuando ya dejé mi impronta definitiva en la memoria del chaval, que no creo que se olvide para el resto de su vida del incidente pues le dije nuevamente con la voz más ronca si cabe: ¿ENTIENNNDESSSS?. He de reconocer que yo mismo me acojoné porque, no es por tirarme flores, pero la verdad es que me quedó de escándalo.

No me negareis las coincidencias con aquellas escenas vividas por muchos de nosotros en las noches de verano de Moralzarzal: gracieta juvenil, proyectil ratonil volando, tiradores furtivos, huidas entre la maleza, fortuna de que nada ocurriera … Ciertamente amigos, la historia se repite aunque el que suscribe, claramente ha crecido lo que demuestra el inconsciente pero drástico cambio de bando, pues yo mismo o cualquiera de nosotros quizás hubiéramos merecido en su día una reprimenda más fuerte o incluso hasta una colleja reglamentaria de algún guardia civil con tricornio y todo. Pensándolo bien, al chaval le debería haber dado un abrazo o quizás haberle comentado amigablemente la mariconada de su lanzamiento para incitarle nuevamente a recordarme mi feliz época de juventud.

Y es que el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra (quizás esta frase no es la más acertada para la moraleja después de tanto lanzamiento, no vaya a ser que al final la tengamos)

2 comentarios:

Gonso dijo...

La verdad es que no hay nada como un tio de casi dos metros y con ademanes de mala hostia para recriminar a un adolescente o casi adolescente una acción de ese porte. Me he visto, me veo y si nadie lo remedia me veré en cosas por el estilo un dia si y otro también y la experiencia me dice que en estas lides el tamaño si importa. Lo mejor es acercarte lo más posible para que el cabroncete de turno tome medidas a corta distancia. La voz también es importante, el grito hipohuracanado es resultón pero quizá estos chavales están acostumbrados a mucho amago y poco golpe por eso es más efectivo que el tono sea firme y enérgico pero que el volumen no sea demasiado alto. También te cubres las espaldas por si acaso está papá o mamá en las inmediaciones viendo las gracias de su cachorro sin inmutarse pero prestos a intervenir si alguien molesta a su criaturita coartándo esa libertad ilimitada que todo niño debe de tener en aras de una felicidad mal entendida. Está bien eso de justificar las acciones de los chavales pensando en que el que no haya pecado antes que tire la primera piedra pero yo ya he pasado la raya y quizá por deformación los adolescentes me hacen poca gracia y me rio cada vez menos con ellos. Al fin y al cabo ya tienen a sus papis para reirles las gracietas.
Sueno poco pedagógico, un monstruo de profesor con regla de madera en ristre y con el nudillo presto a amoratar cocorotas pero creedme que la realidad de estos chavales es tan distinta de la nuestra que hace ya muchos años que no me reconozco en ellos. Por supuesto que no le he atizado a ninguno y nunca se me ocurriría pero alguno se empeña en asistir al día del estreno.
La próxima vez te recomiendo que dispares antes de preguntar. A lo mejor le haces un favor a la criaturita.
Herodes no te rías.

Mike Muddy dijo...

Para más información sobre delincuencia juvenil, léase el post de Gonso sobre EL RÁTON.
Pepe, hiciste bien, anyway. Los pecadores de ayer debemos dar ejemplo hoy.