martes, 20 de marzo de 2007

HOW SOON HAS TIME...

Hace poco Pepe escribía sobre un suceso en el patio del colegio de sus hijos y yo respondía con tono de abuelito cebolleta que los niños de ahora poco o nada tienen que ver con el recuerdo que tenemos de cómo éramos nosotros en la tierna infancia.
Mi argumento viene respaldado por la experiencia de ver pasar año tras año hordas de adolescentes llenos de granos, bombas hormonales en potencia, rebeldes sin causa o con ella que no han pasado mayor trance en sus vidas que alguna vez se han quedado sin saldo en el móvil o no les carga el juego de la Playesteision.
De su día a día y de sus inquietudes no me interesa mucho ningún aspecto en concreto, sobre todo la respuesta que dan, infinitamente más idiota que la que nosotros dábamos en su momento. Tan sólo, y no es poco, les reconozco el mérito de haberse acostumbrado, y sobrevivir con cierta soltura, a situaciones que para mí hubieran sido devastadoras. Han conseguido poder ir cada día a una casa diferente con un papá que no es el suyo o una mamá que no es mamá y que tampoco lo será mañana porque quizá aparezca otra. Se han hecho a pasar las vacaciones por quincenas con papá y la novia de turno o con mamá y el tío ese que no tragan. No es moco de pavo, o hacen callo o acaban tarados.
El paso del tiempo los ha cambiado, y también a nosotros, hemos crecido y mucho y no sólo en perímetro abdominal también en años, en recuerdos, en achaques.
De mi niñez tengo grabada la imagen de que podía reptar debajo de la mesa del comedor y serpentear por entre los millones de patas de las sillas empujando con la mano un coche o emboscando cliks de famobil preparados para asaltar a los siempre peligrosos airgamboys. Cualquier recóndito rincón estaba al alcance de mi mano, Prueba ahora a echarte al suelo para recoger algo que se ha caído entre las patas de la mesa o debajo de una silla, o mejor, prueba a levantarte.
He hecho una prueba con los chavales y les he preguntado por sus películas y grupos musicales favoritos e inmediatamente han caído en la trampa tendida y me han preguntado por las mías. De todo lo que les pude decir, Alien, Blade Runner, Génesis, Yes … no los conocían, para ellos era la nada absoluta.
En fin, juventud divino tesoro, no hay juventud peor ni mejor, sólo distintas.
“How soon has time, the subtle thief of youth …” que decía el poeta Milton el día que cumplía la muy avanzada edad de ¡22 tacos! Y se veía pureta total.
El tiempo, el sutil ladrón de mi juventud.
Y yo que me largo todo este rollo porque me he visto otra cana.

3 comentarios:

Mike Muddy dijo...

No envidio a estos ternascos, salvo que tienen 20 ó 25 años menos que yo. Con nuestras limitaciones, teníamos algo que nos diferencia de ellos: curiosidad. Leíamos, escuchábamos música, íbamos al cine, viajábamos... Algunos de nuestros iconos no pertenecen, en realidad, a nuestra generación: cuando Genesis publicó sus mejores discos no teníamos ni diez años; "La naranja mecánica" es de 1971, y el libro de Anthony Burgess, que muchos de nosotros leímos después de ver la peli, es de 1962. Me siento afortunado de haberme "apretado" las mil páginas de "El Señor de los Anillos" motu proprio. Y de aprender cada día algo nuevo (por ejemplo, lo de "motu proprio", latinajo que se escribe así, y no "motu propio" como creía).

Gonso dijo...

Ni tan siquiera "de motu proprio" que se oye por ahí. Sin el "de". O estar "en pelotas", es en "pelota" que viene de piel y otros latinajos que para los chicos no son absolutamente nada.
Es verdad que esos iconos son anteriores a nuestra generación pero la diferencia está en que nosotros teníamos la curiosidad por conocer lo bueno, aunque fuese más antiguo, y aquí mis primos sólo se preocupan de lo que pasará el viernes que viene.

PacMan dijo...

No sólo de curiosidad vivíamos, a diferencia de las nuevas generaciones. Otra gran diferencia es que teníamos interés por mejorar. Mira tú, me apunto lo de "motu proprio" y lo de "pelota", y prometo echarlo "a la saca". Que todavía la tarjeta de visita de cualquier ser humano es su palabra y yo aprendo a hablar y a escribir cada día. Ya sé que no estoy al loro, pero me resisto a escribir "t q" por "te quiero".