lunes, 16 de febrero de 2009

TACTO RECTAL

Me voy a permitir pisar el terreno docente donde Yiyi se siente como pez en el agua. Y lo voy a hacer aprovechando que todos nosotros, members de carreras de fondo y padres de familia, nos encontramos en la horquilla de edad fijada por la O.M.S. como la idónea para esta sagrada iniciación: entre 40 y 45 añitos. Se trata, mis queridos amigos, de ilustraros uno de los momentos que un ser humano (de género masculino por ende) debe afrontar sin dudas: la primera visita al urólogo con grado de tentativa y trayectoria definitivamente descendente.

No está claro respecto a las teorías evolutivas por qué la distinción entre sexos y la reproducción sexual son mejores que otros métodos de reproducción, y sin embargo muchos seres vivos la utilizamos. Yiyis más que otros. Por un lado, la desigualdad genera asueto y esparcimiento en el ser humano. En contra, esta distinción provoca enfrentamiento general entre mujeres y hombres que los autores consagrados y los creadores del "tomate" se han encargado de explotar con todo éxito. Controversias aparte, el vínculo diferencial de ambos sexos también nos separa por especialidades médicas: lo que a ellas son obstetras, tocólogos, matronas y alguna que otra vez otorrinolaringólos, a los varones son urólogos. Suena mal hasta el nombre. Una visita al urólogo es sinónimo de sufrimiento (que se lo digan a Mike: ver anteriores posts). Y es que enseñarle a alguien el órgano, la minina, el aparato, las partes, el invento, el asunto, la cosa, el instrumento, el socio, la colita, el nabo, es cosa de pensárselo. El colectivo masculino de todas las especies superiores tenemos lo "nuestro" debido a que es necesario ponerlo en "aquello" para ser más -salvo los dragones de Komodo, unos lagartos cuyas hembras son capaces de reproducirse sin la fecundación del macho ante la ausencia de éstos-. Según autores, el órgano perfecto, de naturaleza divina. Pues bien, para evitar averías o bien para combatirlas se han creado los urólogos. Y a esa santa profesión se les ocurre meternos el dedo para comprobar que todo está en su sitio. Mucho peor que cualquier exploración ginecológica imaginable. NO ADMITO CRÍTICA A ESTO. No hay por donde cogerlo. Es todo un atentado contra la dignidad masculina.

Te desvistes en un reservado. Contemplas el biombo de un blanco amarillento sospechoso. Sudor ligero. Sales del espacio oscuro a los medios luminosos ante la mirada indiferente del médico -con suerte un especialista de tu mismo sexo sin ayuda de enfermeras féminas-. Subes a una camilla calzada sin casi presentación ni preliminares y te sientas. Sudor evidente. Te haces el experto cuando escuchas en qué consiste eso del "decúbito prono" y la posición genu-pectoral. Al fin y al cabo, aprobaste griego con nota. Primeros temblores. Has asentido a lo Demóstenes y te das la vuelta. Te colocas de rodillas sobre la camilla, separas las rodillas y apoyas los hombros y la frente sobre el rasposo algodón, intentando conseguir la postura imposible. El especialista tira de ti, y reparte instrucciones cortas y concisas pero ya no le oyes. Haces la estatua con el frío en tus pies y manos, y evocas el cordero de Abraham de los sermones de tu niñez. Se te aparece Buba susurrando en la nuca. Entonces piensas que si todos fuésemos dragones de Komodo, a lo mejor no habría necesidad de sexo, ni de pollas, ni de urólogos, ni de tactos rectales.

Según un aforismo de un tal Dr. Bayley celebrado entre los miembros de la carrera médica, "si uno no mete el dedo corre el riesgo de meter la pata". Y es que el TACTO está indicado con objeto de diagnosticar enfermedades tan feas como todas las anorrectales, cáncer de próstata, estreñimiento, neoplasias rectales, impactación fecal, o sangrado digestivo. Por todo ello, a los que os va tocando (nunca mejor dicho), no lo dudéis. ¡Hacéos un tacto! No hagáis lo que yo, que me bajé de la camilla de un salto y al médico lo dejé con sus guantes estériles sin ojete que llevarse al dedo.

Entrada patrocinada por la Asociación de Urólogos en ejercicio. Lea atentamente las instrucciones de este post y en caso de duda, no consulte a su farmacéutico.

4 comentarios:

Mike Muddy dijo...

¿Véis cómo el blog es un instrumento de desahogo? Menudas confesiones... ¡y Penélope leyendo!

gonso dijo...

Pues yo prefiero que sea uróloga. Puestos a ser mancillados prefiero que sea la señora doctora que el señor doctor. Aunque no sé si hay muchas en la especialidad.
Ni quiero saberlo.

Tengo un sucedido de urólogo que ya contaré.

Titus Jones dijo...

Pacman, el problema es que te estén haciendo el tacto rectal y que sientas cada una de las manos del urólogo apoyada en cada una de tus nalgas.

Luego hay que saber cuantos centímetros tuvieron que introducir en semejante parte.... en fin un tema escabroso pero con mucha vaselina todo entra.

Me has dado una idea para mi próximo artículo....LA VASESTOMIA

PacMan dijo...

Me encanta. Un sufrimiento compartido es menos sufrimiento. Además, si os ayuda a preparar próximos posts, mejor.