24 de diciembre de 2008, 12:15 del mediodía. Esta noche es Nochebuena, pero antes voy a probar una experiencia nueva, patinar sobre hielo. La familia al completo hemos decidido ir a Tres Cantos donde han instalado una magnífica pista durante las Navidades. “Si vais por allí llamadnos. Estuve el otro día con el niño y nos lo pasamos seno a pesar de las tres o cuatro hostias que me calcé”, me dijo Gonso el día de la cena en Villaviciosa. Dicho y hecho, llamo a Gonso y lástima, me dice que Gonzalo Jr. está malito y parece que serán baja, aunque deja una puerta abierta a la esperanza al menos para venir a saludarnos un momento.
12:30: entramos en la carpa donde se encuentra la pista. No hay mucha gente patinando y menos mirando. Me fijo en las evoluciones de los patinadores. Los chavales, unos fieras, los mayores bastante más patosos. Especialmente me fijo en un tipo con un plumas rojo que mantiene el equilibrio a duras penas aunque parece que avanza. “Menudo paquete” pienso. Dudo que este tío sea capaz de montar en triciclo siquiera.
12:45: hasta la una no podremos pasar pues los turnos son de 60 minutos y comienzan a la hora en punto. Comienzo a sentirme inquieto viendo acercarse la hora. Llega el hermano de Raquel con sus dos hijas y otra sobrina por parte de su mujer. Somos demasiados, viendo el percal me hubiera gustado más intimidad.
12:50: se abren los mostradores para recoger los patines. Me quedo descalzo sobre una alfombra de caucho tapizada de charquitos por todas partes. El suelo está frío de cojones, al igual que mis manos, que ya empiezan a chotarse de mi nerviosismo. Me dan unos del 45, un número más que el mío. Son azules, como todos. Quien coño se habrá puesto esto antes, esto me recuerda a los bolos. En fin, no lo pensemos más. Observo la cuchilla, me tranquilizo pues veo que no corta pues el filo es una superficie plana de 2 o 3 milímetros a lo sumo. Mis dedos no sufrirán amputaciones si al intentar levantarme un niño me pasa con los patines encima de mis manos. Al menos podré seguir tocando la guitarra para próximas sesiones fotográficas de MSB. Tampoco me vendría mal aprender, pienso.
Ayudo a mis hijos a ponerse los suyos y a continuación empiezo yo. Suben casi hasta el comienzo del gemelo. Espero no fracturarme el tobillo con una torcedura imprevista. Tengo antecedentes en mi familia de lesiones de este tipo y trago saliva mientras intento desterrarlas de mi cabeza. Ajusto los cierres y ya está. Me pongo los guantes. Son obligatorios, indispensables pensaría después. Se supone que me tengo que poner de pie y caminar hasta la puerta de entrada. La pista ya está vacía y los patinadores del nuevo turno aguardan en cola. Miro a Raquel y a los niños. No parecen nerviosos. Me pongo en pie y me para mi sorpresa me mantengo sin problemas. Camino sin dificultades sobre la alfombra de caucho. El suelo está más lejos que nunca. Ya se lo que siente el Titus desde ahí arriba.
13:00: entro en la pista. ¡Joder!, esto ya no es el caucho. El hielo resbala como demonio. No me atrevo a soltarme de la valla. Creo que ella y yo vamos a ser buenos amigos esta mañana. Aparece Gonso sonriente. Viene sólo acompañado únicamente de su Conan. “Esto no me lo podía perder. De aquí sale un post como hay Dios. Déjate de mariconadas y esprinta”. Tiene cara de demonio, hasta me ha parecido verle los cuernecillos y el tridente. Me está incitando claramente a creerme mejor patinador de lo que soy para que me pegue un hostión que inmortalizar. Algo así le pasó a Adán y Eva y mira la que liaron. No le hago caso, yo a lo mío. Mi primer objetivo es cubrir una vuelta y allá voy. Empiezo dando pasitos ridículos, parezco Chiquito de la Calzada. “No puedorrrr, no puedorrrr, no puedorrrr, la gloria de mi madre”. Me agarro nuevamente a la valla. Parezco un boxeador pidiendo aire mientras se abraza a su rival. Suelto lastre dándole la cámara de fotos y de video a mi cuñado que está fuera también cual buitre leonado. Y pensar que las llevaba en bandolera para hacer fotos dentro de la pista. ¡Que las den por culo, para fotitos esto yo!. Antes de soltarme nuevamente miro al público que observa la sesión. Me inquietan dos chiquillas de unos 15 o 16 años que para no muy lejos de donde estoy y que creo que se lo van a pasar muy bien a mi costa. Observo también a mis compañeros de pista. Seremos unas 40 personas y salvo Raquel ninguno parece tener problemas para desplacerse con cierta gracia. ¡Claro, son chavales!. Su centro de gravedad está a la altura de mis rodillas. Me consuelo en parte y decido volverme a lanzar.
13:05. Acabo de completar mi primera vuelta. Siento calor y no precisamente de esprintar que es lo que Gonso no para de recomendarme que haga para vivir la auténtica “ice experience”. Este tío es un amigo. Uno, dos pasos más, al suelo. Primera de la jornada. Ha sido una caída tonta, casi parado. No me he hecho daño. Los paparazzi se frotan las manos. Me levanto como si nada y sigo. Estoy empeñado en irme de allí con buen sabor de boca. ¡Vamos tigre, que no se diga!.
13:15. Debo llevar tres vueltas a lo sumo. A esta velocidad es difícil no perder la cuenta. Andrea y mis sobrinas me adelantan una y otra vez. Néstor lo lleva peor, pero avanza aunque ya ha mordido el polvo de hielo unas cuantas veces. Sus pantalones vaqueros empiezan a estar empapados. ¡Este es mi hijo. Con un par de huevos, si señor!. Por su parte Raquel avanza de la mano de sus dos sobrinas. Parece que se apaña. Yo prefiero ir sólo, no me gusta que me marquen el ritmo en un tema tan personal como esquivar la muerte.
13:15. Una vuelta más y me acerco a la valla a la altura de Gonso. ¡Zasss!. Hostión. No se que coño he hecho pero me he ido hacia atrás y he caído de plano casi de espaldas. Está duro de pelotas. Estoy tumbado boca arriba con las manos en la cara, lo que no me impide ver las estrellas y la luna. El golpe que me he dado a la altura del riñón izquierdo es de campeonato. Otro como este y tendrán que venir por mí las mulillas de Las Ventas. La chiquillería acude en mi ayuda. Me levanto como puedo y me recuesto en la valla. No intento quitarle hierro. Reconozco honestamente que la leche ha sido de las buenas y que me ha dolido de verdad. Suerte que no ha sido un golpe seco sobre la rabadilla. Jugando al baloncesto hace ya muchos años tuve una caída así y me creía morir. Esta no ha sido para tanto pero he de reconocer que la dosis de ridículo está cubierta. “¿Estás bien?”. “Si, si, vamos a seguir” respondo. “Tranquilo, que yo me pegué el otro día unas cuantas de lujo. Tu esprinta y ya verás como mola”. Gonso erre que erre. En fin, sigamos. Miro el reloj, queda una eternidad.
13:30. Me despido de Gonso que ya parece tener material suficiente. Por mi parte, parece que ya voy haciéndolo algo mejor. Después de un par de caídas casi consecutivas uno de los chavales que ejerce de socorrista sobre patines, me aconseja echar el cuerpo para adelante y agacharme un poco. Parece que funciona. Gonso me había aconsejado lo mismo hace unos minutos pero pensaba que iba de coña. Pues parece que ese es el secreto. “Trata de deslizarte” me dice la mayor de mis sobrinas. Pues parece que funciona también. Esto empieza a gustarme. Creo que es el momento de empezar a asumir más riesgos.
13:40. Enésima vuelta. Paso cerca de donde mi cuñado toma video y hace fotos a dos manos. Coincidimos por allí todo nuestro grupo. Oigo grita a una niña a mi espalda. Es mi sobrina Elena, la pequeña, que se acaba de caer y parece que se ha hecho daño en la muñeca. Parece que le duele de verdad. Trato de acercarme, estoy a dos metros. Joder, no soy capaz de llegar allí rápido. Que putada querer socorrerla y no poder hacerlo. Esto me parece que lo he soñado alguna vez. Vuelve Chiquito de la Calzada. Cuando llego a ella está rodeada por todos los demás y por el socorrista. Hasta Raquel ha llegado antes y eso que estaba allá en el horizonte hace unos segundos. La verdad es que no la estoy haciendo ni caso. Me cuenta que se ha caído de culo una vez y se ha hecho bastante daño. Pobre chica mía, tener marido para esto. Acercamos a Elena a la valla. Su padre tras esperar un poco a ver si se le pasa decide llevarle a urgencias. Fractura de muñeca, sabríamos después. Escayola durante cuatro semanas. Mano derecha para más INRI.
13:50. Ahí sigo con mis avances. Tengo el codo izquierdo al jerez. Me ha pegado dos leches de grado medio sobre este lado y me temo que aunque ahora no me duela demasiado, los próximos días voy a estar bien jodido. No importa, sigo perfeccionando mi estilo. Patino concentrado y sintiéndome satisfecho de mis avances, pero compruebo como todo se viene abajo, en sentido literal del término, cuando se me cruza cualquier niño desalmado. Dos o tres veces más que viniera y podría llegar a desenvolverme con cierta gracia, pienso. La pista está más ligera, ya ha habido alguna deserción.
14:00. Se acabó la sesión. Siete caídas siete. Una colosal, tres intermedias y tres gilipollescas. Estoy satisfecho conmigo mismo. Los niños y Raquel también parecen habérselo pasado bien. Tenemos que repetir la experiencia. Salimos de la pista y devolvemos los patines. Volvemos a calzarnos los zapatos y nos dirigimos de vuelta a casa. Andrea ni siquiera se ha caído, la insolidaria de ella. A mi me duele la espalda, el antebrazo izquierdo y la muñeca izquierda. Mi mujer y Néstor también hacen recuento de sus penas. Doloridos pero intactos. Sobrevivimos a la experiencia.
Retos conseguidos y objetivos cumplidos. Patinar sobre hielo o simplemente conseguir patinar durante una hora y publicar 25 posts en un año, bonita cifra que alcanzo con éste.
Se de cual me siento más satisfecho. Indudablemente del segundo.
2 comentarios:
Enhorabuena por tu crónica de sucesos, al final cumpliste con el reto. Para 2009: subir el Monte Perdido, patinar sin hostiarte y escribir, al menos, 30 post.
Bravo Pepe, reconozco que como ya había pasado yo por el trance, fuí un poco volando en círculos a rebañar lo que quedara de tí en el hielo, pero la verdad es que no te diste tantas como yo pensaba.
Lamento lo de la muñeca rota; de verdad que la cosa no es moco de pavo y como te caigas mal te puedes pegar un hostión de los buenos.
La próxima vez a ver si arriesgas más que mola.
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