martes, 16 de diciembre de 2008

LA OTRA HISTORIA DE NOSOTROS



Érase que se era un árbol. Un algarrobo en medio de una dehesa cercana a la sierra de un país completamente imaginario. No tenía alrededor más que cuatro árboles como él.

Desperdigados en medio de un campo que se cubría de nieve en Enero y reverdecía en abril con las lluvias más amables que la naturaleza le ofrecía. Los jabalíes dejaron de venir hacía décadas. Las codornices dejaron de anidar bajo su sombra y buscaron cobijo en otras plazas. Sólo algún mochuelo se sentía amparado entre sus espesas ramas y ululaba por entre ellas al fresco atardecer. No tenía aquel algarrobo muchas historias que llevarse a sus concéntricos anillos, salvo las que los niños que por allí se acercaban dos de cada siete días le llevaban. Era un árbol como cualquier otro.

Un día, uno de los chicos, de tez amarilla y ojos rasgados, trepó hasta sus ramas bajas y animó a los demás a que lo siguieran. Fue como el descubrimiento del fuego. Poco a poco, todos fueron subiendo. Uno tras otro. Vacilantes al principio, pero todos resueltos, hasta que se encontraron cobijados por la oscura copa del árbol los catorce muchachos. Se forjó una alianza entre ellos. A partir de entonces los catorce fueron a jugar bajo aquel árbol, a romperse las botas pateando cueros inflados, a correr tras de sus compañeros para ver si cortaban cuerdas imaginarias que les unían, a contar leyendas prohibidas, promesas de información a cuentagotas que unos a los otros propinaban. Siempre que podían, jugaban bajo el árbol. Pero lo que era más importante, siempre se buscaban los catorce. Llegó el día que pensaron que era una unión irrompible.

Como en todos los sueños, llegó la vigilia y dio al traste con la utopía: siete por un lado, siete por el otro. Los unos tiraron por lo silvestre, los otros por lo pachanguero. Los unos formaron una banda y los otros se hicieron unos bandarras. Los unos, nuestros héroes, fueron pasando por las etapas naturales de todo ser vivo: crecieron, se aparejaron, se apalancaron, procrearon, ensancharon... pero mantuvieron vivo el espíritu de aquel arbol que les vio jugar. Llegaron largas separaciones, salpicadas con breves pero intensos reencuentros. Superaron dificultades en solitario, en pareja, en la red, juntos, todos. Abrieron un canal virtual de comunicación que abrían a diario. Mantenían la llama como en una caja. De vez en cuando la abrían y disfrutaban de aquel regalo. Algún día de primavera se reunían ellos y sus familias, y compartían. Recordaban, mirando a sus lebreles, cuando ellos mismos corrían bajo aquel algarrobo mágico. En el fondo aquel árbol sigue hoy en día muy vivo en sus corazones. En los nuestros.

6 comentarios:

Mike Muddy dijo...

PacMan, con la edad te estás haciendo más sentimental... O será que llegan fechas entrañables y nostálgicas.
Aunque tengo que decir que el otro día, en una conversación con unos colegas periodistas, no entendían demasiado eso de conservar contra viento y marea una amistad como la que describes. Seremos marcianos.

PacMan dijo...

Prefiero ser marciano que no desencantado: el que tiene esperanza en el futuro no deja de recordar el pasado. Moña o no, lo cierto es que llevamos a cuestas lo nuestro. Yo no reniego.

yiyi dijo...

Joder Paco me emociono, yo que voy de duro por la vida

Mike Muddy dijo...

Coño, Yiyi, espero que no acabes el año sin deleitarnos con un post. El Lado Oscuro debería tener un detalle navideño.

Gonso dijo...

Pacman, no tienes término medio, o atacas al corazón o te enfangas en otras visceras más nundanas. Será el espíritu navideño.


Ya te va tocando una de fango.

Titus Jones dijo...

Querido Pacman

Definitivamente te estas haciendo mayor. Por cierto, yo no se en que rama estoy....auqnue me temo lo peor