¿Os acordáis de Dolly, nuestro regalo a Titus en su despedida de soltero, esa muñeca hinchable que nos acompañó en la ronda por los baretos de Moncloa y fue pasando de la ventanilla de un coche a la de otro, en plena marcha (si nos pillan hoy los municipales acabamos en prisión), mientras regresábamos descojonados y más borrachos que una cuba al parque de la Concepción, donde nos tomamos la penúltima? Creo que la pobre Dolly no pasó el corte cuando la Yoli la pilló escondida en un armario("¡O ella o yo!"). Quién te iba a decir que tantos años después la echarías de menos para tus happy hours, ¿eh, Titus? Pues bien, aquella rudimentaria y entrañable muñeca que unos cuantos compramos avergonzados en una sex-shop de Gran Vía palidece ante las nuevas generaciones de hembras de látex, cuyo precio ronda los 6.000 euros.
Os presento a Stephanie, una elementa que distribuye la firma estadounidense Real Doll, tan real que hasta da miedo. Quién sabe si llegaremos a ver replicantes de placer como Pris (personaje de "Blade Runner" a quien prestaba su cuerpo Daryl Hannah). Los tiempos avanzan que es una barbaridad.
4 comentarios:
Por Dios, que he pensado que era de verdad. La cambiaba por una que yo me se.
Besos
¿y esa dónde se guarda?
La pregunta es: Además de sus evidentes prestaciones... ¿Limpia y cocina?
(Me arrepiento del comentario... ¿Cómo se borra esto?)
¿Dolly entrañable? Rudimentaria sí, pero ¿entrañable? Entrañable es el osito de peluche de mi hijo pequeño. Entrañable es el hipopótamo verde que me traje de Port Aventura haciendo dianas y tirándome el pisto con mi chica. Entrañable es, si me apuras, el perro que mueve la cabeza en la bandeja trasera del coche. Los abrazas, les pasas la mano por su felpilla suavecita... Pero si el contacto de Dolly era como el frío maderamen de la taza del water. ¡Si te cortabas con la costura de plástico mal rematada! Si un repeluz me recorría cada vez que pensaba en el fondo de la boca... Agggggh, que asco. Bienvenida, Ste... ComoTeLlames.
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