jueves, 5 de junio de 2008

VIVAT ACADEMIA (una de cal)

Eso dice el "Gaudeamus" en uno de sus versos, pero ni éste ni el que le sigue "vivant professores" están vigentes. Los nuevos tiempos hacen que el himno académico por excelencia esté más pasado de moda que llevar a Mocedades en el ipod de 80 GB.
Si, he dicho 80.
Va un sucedido sobre el mundo escolar.
Entraba yo al comedor del cole cuando de repente salió un chaval corriendo del mismo. Como iba a toda leche huyendo de no sé quién no reparó en que en su camino, y en dirección contraria, iba yo. En el último segundo reaccioné y puse la mano para protegerme del impacto. Hasta aquí nada grave pues no sería la primera vez que un chico te arrolla, empuja, pisa o te pega un balonazo. Pero de pronto el chavalote se descolgó en tono poco amable con un "a mí no me empujas". Me quedé atónito por la reacción pues no esperaba más que una excusa rápida o un silencio sorprendido, así que le respondí que no le había empujado. Volvió a la carga enfurecido añadiendo que le había dado en la cara. El tono y el tuteo me empezó a tocar las narices así que pasándome por el forro que el chico quedara humillado delante de sus compañeros le dí una clase práctica sobre la diferencia entre un empujón y una parada en seco. Le cogí por los hombros y estiré los brazos sin soltarlo al tiempo que le decía a voz en grito "ESTO SÍ que es un empujón". Demasiado para un pollo con aspiraciones a gallo con los espolones relucientes. Le pegué cuatro voces, le metí de vuelta en el comedor y se quedó castigado en la columna.
Casi había olvidado el incidente cuando distintos profes me empezaron a preguntar qué había ocurrido porque era la comidilla de todo el recreo.
El nene llamó a papá.
Poco menos que le había agredido brutalmente delante de muchos testigos, todos adolescentes, cuyo testimonio avalaba la tesis de que el cabrón del profesor le había pegado.
Al día siguiente vino el padre a protestar y pedir mi cabeza. No me dejaron hablar con el señor porque me vieron calentito con ganas de remangarme y acabar en el barro.
Al final no pasó nada pero lo que quería comentar es la protección mal entendida que a veces ejercemos los padres construyendo urnas alrededor de los niños y ese celo pretoriano con que defendemos lo, a veces, indefendible. Así, se acostumbran a la llegada del séptimo de caballería a que les saque las castañas del fuego y poco a poco se olvidan de, entre muchas otras cosas, el concepto de responsabilidad.
Ya se lo dije una vez a un señor que veía en todo el mundo una amenaza para su criaturita celestial: " Usted verá lo que hace, su hijo va a estar conmigo unos meses, con usted toda la vida"
Sin fotitos.

3 comentarios:

Pepe dijo...

Es lamentable pero me temo que nuestra generación ha perdido los papepeles de la educación de los hijos. Vislumbro con horror el momento en que esta calaña de niñatos de mierda se conviertan en padres y multipliquen exponencialmente sus errores con sus vástagos. ¡Dios nos asista members!

PacMan dijo...

Grave. Muy grave. Sospecho que nuestra educación de fin de siglo nos hace ser más pesimistas con lo que está pasando en las aulas, pero habría que empezar a plantearse muy seriamente el tipo de sociedad superpermisiva que se larva entre nosotros. La hemos criado a nuestros pechos y cantándole nanas políticamente correctas. Eso de "no traumatizar a nuestros hijos por encima de todo" es una trampa saducea que acabará por echársenos encima.

En todo caso, Gonso, mi solidaridad, mi respeto por tu comportamiento y sobre todo, mi admiración por ser profesional de esta cosa llamada enseñanza.

Mike Muddy dijo...

En tiempos una actuación irrespetuosa como la que describes nos habría costado un serio disgusto en casa. Ahora cualquier niñato se viene arriba protegido por sus padres permisivos, por el sistema y por la tribu. Me parece cojonudo que no te hayas dejado avasallar a pesar del peligro.