Antes presumíamos de cuántas hamburguesas nos apretábamos en La Chule o de cuántas puntuaciones lográbamos en una romería (puntuar no era cubrir hembras, por cierto, sino algo más escatológico). El otro día, en la cena de primavera, desenfundamos nuestros gigas: en pen drives, en iPods, en ordenadores portátiles... a ver quién la tiene más grande. Somos como niños, pero con pasta. Al menos con pasta suficiente para dejarnos tentar por los gadgets tecnológicos. "Como no me han regalado gran cosa por mi cumpleaños, me he regalado a mí mismo un iPod de 80 gigas", declaró uno de los miembros. Apoyé su decisión. De hecho, me siento tentado a seguir sus pasos...
En el trabajo tengo enfrente a Juan Francisco (todos le conocéis), un enfermo de las maquinitas de última generación. Hoy nos hemos pasado el día poniéndonos los dientes largos con el iPod Touch, el iPhone (un capricho en telefonía móvil, de próximo lanzamiento en España) y el último juguete de Acer: un portátil ultraligero llamado Aspire One. Reconozcámoslo: molan de la hostia, pero nos muestran el camino de la frustración, porque cada vez que aflojamos la cartera se anuncia otro gadget más moderno, con más prestaciones, con más gigas... hasta que lleguemos a los robots sátiros que nos dirán, chatos, mejor os hubiera ido anclados en el Spectrum, porque a grande y dura no me ganaréis jamás.
3 comentarios:
Molan los trastos y no hay cosa que joda más que según compras algo al día siguiente ya es viejo.
Si con 160 GB te crees el rey del mambo siempre llegará el que tenga 250 y wireless o DVD que lee divx mp4, compatible con xbox 360 o conectable al plasma hd full.
También está el que siempre encuentra el mismo aparato que has comprado 100 aurelios más barato.
Solución: o te haces anacoreta tecnológico o te dan por culo y sigues esperando a equivocarte con lo último de lo último.
¡Quién fuera robot!
Mejor quien tuviera un robot tipo la última replicante de Blade Runner, nos ahorraríamos cantidad de problemas
Publicar un comentario