miércoles, 9 de septiembre de 2009

VUELTA AL COLE



Ayer fue ese día que podemos describir como el epílogo de las vacaciones. Tocaba recoger los libros de texto de los niños. Como estaba previsto volví a casa cargado como un burro y con un agujero en la cartera de considerables dimensiones. No me importó, todo sea por la formación de las futuras generaciones que han de gobernar el mundo y que un año más ya están tardando en ponerse las pilas.

Qué bonitos los libros nuevos, cómo me evocan tiempos pasados y por lo tanto felices. Que bien huelen y que lisitos están, limpios sin arrugas ni tachaduras, pero cuán poco durará ese estado virginal e inmaculado. Los niños de hoy en empiezan el curso como lo hacíamos nosotros, tratando los libros con delicadeza, abriéndolos con lentitud, aplanándolos con la firme suavidad del que piensa que efectivamente, la arruga no es bella. Yo la verdad pocas veces pude experimentar esa agradable sensación como buen hermano pequeño, colegial en una época en las que los libros de texto se transmitían de hermanos mayores a hermanos pequeños como el Cantar del Mío Cid. Lástima que no existía el bótox, aunque no se si sus propiedades hubieran sido suficientes como para contrarrestar los efectos de un año en las manos de un joven y descuidado Titus.

Y que me decís de esos cuadernos de espiral nuevecitos, que gusto daba escribir ahí y como jodía la primera vez que te tocaba tachar algo ya que en nuestra época no existía el tipex y esas gomas grises que supuestamente borraban tinta más bien eran lija que dejaba la hoja en cuestión hecha un cristo. Con los cuadernos sí que disfrutaba, pues gracias a Dios no se heredaban. Cómo respetábamos al principio los márgenes a veces imaginarios, cómo nos preocupábamos por escribir de forma estética, con diversos colores utilizando en su totalidad el nuevo y por el momento intacto arsenal de lápices Alpino, bolis Bic y rotuladores Carioca. La fecha arriba de la página, siempre con el mismo formato. ¡Qué bonito era empezar un cuaderno! Yo creo que era de las cosas por las que merecía la pena levantarse por las mañanas para ir al cole. Eso y estrenar zapatos, o mejor, zapatillas deportivas, eso si que era la leche. Lástima que a las 9:02 lo menos cinco o seis “ compañeros” ya te las habían dejado hechas una mierda por aquello de estrenarlas. ¡Qué hijoputas más salaos!. Estrenar unas Paredes o unas J’hayber para esto, yo que no pensaba jugar al fútbol hasta la próxima semana por lo menos.



Esta noche si quedan ganas empezaremos mi santa y yo a forrar los libros. Iron-fix por tubos, más bien por rollos, regla y tijeras, mesa amplia y despejada. Montón de libros a un lado que a priori parecerán poca cosa. Previamente disfrutaré pasando hojas pa’lante y pa’tras de forma aleatoria, curioseando sobre lo que mis hijos estudiarán este año, bueno, lo que mi hija, hijo, mi mujer y yo estudiaremos este año. Eso es lo bueno de tener hijos en edad escolar, que se tienes la ocasión de repasar todos los temas por si algo no quedó claro. De momento vamos sobrados y los niños siguen mirándonos a veces con esos ojos inocentes que se preguntan si alguna vez serán capaces de acumular tanto saber. Ya se desmontará el mito cuando la cosa madure.

Al tercer libro y después de haber dejado los dos primeros con unas burbujas que te cagas estaré maldiciendo el iron-fix, los libros de texto nuevos y la madre que los parió a todos. Y lo peor es que me importarán una mierda los contenidos, ya me tocará verlos un mes de estos. Habré originado alguna que otra arruga en alguna esquina y empezaré a sudar cuando vea la pila de libros que me faltan por hacer. Luego lo de siempre, se acabará el iron-fix y seguramente me daré cuenta de que no he puesto el nombre en la portada contraviniendo la orden de la encargada del forrado de libros, que confiadamente había delegado en mí la mitad del trabajo.

En definitiva, la liturgia de todos los años que gracias a Dios termina irremediablemente en el cole una vez más. Zapatos nuevos con niños dentro, mochilas con libros, cuadernos y estuches, iron-fix con muuuuuuuuchas burbujas. ¡Todos al cole y a TPC!. Por supuesto, también los profesores, que alguien tiene que aguantarles.

Padres y madres, se acerca el día en que todos los años se hace justicia. Ánimo que ya casi lo hemos conseguido, unos metritos de iron-fix y nueve meses por delante de bendita rutina.

PD: 1 de 10… Parece que Scarlett comienza a sonreir

4 comentarios:

Mike Muddy dijo...

Y no olvidemos que este es el curso de la gripe A. Estuve en el Montpe el martes entrevistando al director para un reportajillo sobre las medidas de prevención. Si queréis saber más, aflojad dos euros este domingo :-)

gonso dijo...

Había hecho una paradita en el forrado de libros de mi padawan para echarle un vistazo al blog y me encuentro este post.
El puto iron fix es un invento del diablo y cada vez hay más libros que forrar, en este momento sobre la mesa despejada cuento 19 libros o cuadernillos que hay que plastificar y todavía me dice que le faltan el de cono, plástica y francés ¿Das francés? rayos. Las arrugas y burbujas sólo desaparecen cuando forras el último y lo peor es que si intentas remediarlo alisándolo tan sólo consigues joderlo más.
Sólo había algo peor que estrenar zapatillas, y era cortarse el pelo. Acababas con la colleja al rojo vivo.
En fin, yo que veo el asunto desde el otro lado no le encuentro tanto punto nostálgico al volver a empezar, para mí es un día de la marmota.
Y sobre protocolos de actuación con la gripe A preguntad lo que queráis. Y gratis.

Titus Jones dijo...

Chicos, aprender del maestro. Mis hijos se los forran solos. No quedan igual pero tendría que forrar más de 30 libros y sinceramente no me apetece. Ellos se van haciendo mayores y yo también.

También tiene sus desventajas esto de que crezcan. Son las 23:40 y la Mari este por ahí golfeando con unos mocosos. En fin, es lo que hay una de cal y una de arena.

PacMan dijo...

Quizá sea peor cuando empiecen las clases y nos veamos la Yoli y yo estudiando por dentro lo que ahora plastificamos por fuera.