viernes, 3 de julio de 2009

EL TOUR DE NUESTROS PECADOS


Mañana empieza el Tour de Francia. El Tour de nuestros pecados, al menos de los míos, por lo que merecí ser llamado "el tonto del Tour" hace veinte años en aquella inolvidable romería por los Pirineos que homenajearemos en septiembre con la ascensión al Monte Perdido (¿verdad, miembros?). Jamás se me olvidará cómo escapamos del bloqueo de la gendarmería en Arreau por caminos vecinales para poder llegar a Superbagnères, sin GPS ni pollas, y poder disfrutar de aquella etapa donde vimos pasar a un Perico desatado, a Rooks y Theunisse (alias Zipi y Zape), a Fignon y Lemond (que finalmente se haría con la victoria en París) y a Indurain, que ya prometía mucho. Fignon tiene hoy un cáncer terminal y ha escrito sus memorias reconociendo que se dopaba. Me asalta la melancolía al enterarme de estas cosas, lo del cáncer y lo del dopaje. En fin.
Digo que empieza el Tour... y que tenemos a quien odiar, así que lo veremos con mayor interés. El regreso de Lance Armstrong, que ya fue debatido en este foro, ha añadido sal y pimienta a la carrera, pues el tipo apunta a nuestro héroe, Alberto Contador, al que prepara una encerrona dentro de su propio equipo. El norteamericano, que se comunica con sus fans a través de Twitter, ha dejado de ser un lobo con piel de cordero para enseñar definitivamente los colmillos, asegurando que la etapa prólogo debe determinar quién es el líder del Astaná. Espero que este Tour no sea el de los pecados de Contador, que debió alejarse de Armstrong, y que el de Pinto pueda derrotar al orgulloso yanqui.
He colgado arriba la presentación de la carrera. Cómo han cambiado los tiempos desde nuestra romería pirenaica...

1 comentario:

gonso dijo...

Al final será la carretera la ponga a cada uno en su sitio pero la verdad es que no se lo están poniendo bien a Contador. Le han echado para atrás a su escudero Nozal y quizá le pongan chinchetas en su camino o algún pringue en los corn flakes.
Eso si, veremos si el texano salva este año el antidoping o se queda subiendo el Tourmalet.

Del episodio pirenaico recuerdo nuestros vítores al escapar del férreo cerco gendarmeril a las carreteras pero también la clavada que nos pegaron por aparcar en el puto puerto.