lunes, 9 de marzo de 2009

¡QUÉ CABRÓN EL PROFE!

Buenos días chicos, nos sentamos, por favor.
Ni caso.
Venga, nos vamos sentando...
Nada que no.
A ver por favor, nos sentamos ya. (subiendo el volúmen)
Se sientan 0cho o nueve pero otros tantos siguen a lo suyo. La opción es ir uno a uno y manteniendo un volúmen que ya empieza a picar en la garganta. Fulano, siéntate, Mengana, que te sientes de una vez, Zutano, o te sientas o te siento, Perengano a tu sitio, ¿Es que no me oyes?
Pues no. Ni oye ni escucha y además soy invisible. Ya sólo quedan tres que han decidido que sus conversaciones son más importantes y por sus huevos no se sientan. El color ya me ha cambiado a púrpura y la furia está a punto de salirme por los poros. Busco un objetivo y me centro en él. Es uno de los chungos del grupo, un macho alfa, siempre es mejor que sea un gallito el que reciba la andanada que un inocente que puede quedar tocado. Allá voy. Cojo aire y me acerco a medio metro del pollo.
Lo que recibe por la oreja de babor no es un grito si no un berrido. Un huracán. Alrededor se para el tiempo y el resto de la clase queda petrificada. Excepto el bramido todo es silencio.
El tímpano del chaval ha temblado, pero lo que queda peor parado es el orgullo. Ha tardado un microsegundo en poner el culo en la silla y un par de ellos en reaccionar. Entre dientes dice algo así como "a mí no me grite".
Lo estaba esperando. Siempre caen en el mismo error y la siguiente oleada le llega por estribor, un punto menos huracanada pero todavía ventosa. "No te he gritado. Aún no he empezado a gritarte", las cuerdas vocales se tensan y casi se desgarran, el aire sale directamente desde la tripa, si no lo haces así estás jodido y te quedas afónico en dos días; sigo el "in crescendo" y alcanzo mi tope a diez centímetros de su cara:
¿Quieres que empiece a gritarrrrrrrr?
Ya no es sólo mi clase la que está en silencio. No se oye respirar en ningún aula de alrededor donde ya han captado el mensaje.
La explosión deja al chico hundido, arrasado ...y sordo. Toca recoger velas y darle una salida airosa o la puesta en escena habrá sido torpe e innecesaria. Una cosa es demostrar quién tiene el control y otra ejercer de tirano. Cabrón, si. Tirano, no.
Después de recuperar el ritmo respiratorio rompo el silencio y en un tono más distendido consigo relajar el ambiente. Casi con palmaditas y alguna coña hago entender al chaval que tiene que hacer caso al profe, que hay que mostrar respeto y tal y tal. Sin mal rollo e incluso alguna sonrisa se supera la crisis y hasta la próxima que no tardará.
Al fondo oigo un comentario sin rencor "¡Qué cabrón el profe!"

Cabrón. Si... pero todos sentaditos.

4 comentarios:

PacMan dijo...

Es una sensación que tengo con mis hijos: no me escuchan hasta que no les pego un berrido con amenaza de hacer bajar allí mismo a los nueve y que se los lleven a Minas Morgul. Cierto es que, siendo profe, te tienes que emplear más a fondo caminando en todo momento sobre el filo de la navaja y no dejarte invadir por la cólera desatada -que es lo que se merece más de un machito-.

Mike Muddy dijo...

Mientras los australopitecos no te denuncien a sus progenitores y te metan un puro, la cosa va bien...

Titus Jones dijo...

Habia que darle un par de ostias a cada uno como nos las dieron a nosotros. A fin de cuentas no nos ue tan mal. Las palabras a veces no son suficientes.

Pepe dijo...

Asustaste al machito alfa con lo que ni te quiero decir a las pobres ardillas o al lindo gatito de vuestro jardín. A alguna has salvado la vida, seguro.