domingo, 29 de marzo de 2009

LOS QUE HICIMOS INTERMEDIO

Es ya más que un lugar común en este blog de la Scarlett hacer una referencia a esa edad que llamamos juventud caracterizada por no ser precisamente el momento más reflexivo y equilibrado de la vida, y que aquí definimos con con la frase: "Éramos jóvenes y gilipollas." Antes de ser ambas cosas-ineludible tránsito-hubo otra edad que también merece su frase: "Éramos niños y felices". Quizá no importe que ese momento se viera salpicado por contratiempos porque todos miramos atrás sin ira a aquellos niños sin dobleces, despreocupados e ingenuos pero más felices que perdices.
Queridos members, dejadme un hueco para una crónica muy personal. Una crónica sobre ese tiempo cuya memoria había escogido un rincón oscuro del que sólo escapaba un hilo. Ha bastado encontrar el extremo de ese hilo y empezar a tirar para ir sacando a la luz recuerdos y vivencias que fueron parte de esa felicidad, y oye, puestos a recordar, mejor juntarse con aquellos que lo tejieron y así tirar juntos.
Juntos pasamos los primeros años de colegio y algunos no nos veíamos desde hace 27 años. Nos citamos en el cole, ¿dónde mejor? Allí sigue ese edificio singular en mitad de el Viso, demasiado grande para ser un chalet, demasiado pequeño para ser un colegio.

Que el tamaño no importa es otro lugar común, pero en este caso su pequeñez fue su condena pero también nuestra ventaja.
Ahora tiene las paredes blancas, bien pintadas y sin desconchones, le falta el letrero con el nombre y el águila de alas estilizadas que dominaba el patio. Ese patio que era polvoriento e inundable y que ahora, según pude atisbar subido a un cubo de basura, es un rincón coqueto, con césped y mobiliario de jardín de teca. En el otro ala del edificio hay un mástil con una bandera de un país desconocido, Chiquitistán creo, señal inequívoca de que es una embajada. Desde abajo contemplamos el palomar y las múltiples terrazas desde dónde nos colgábamos o trepábamos ignorando el peligro de negar la ley de la gravedad. Nadie cayó. Bueno, casi nadie.
Allí fuimos llegando poco a poco con hormigas en el estómago. El vértigo del encuentro hace reconocer los nervios. Jorge le pone palabras a mis temores: "El miedo de que después de quince minutos no tengamos nada de que hablar". Si que hay. Y mucho.
¿Qué fue de fulano? ¡Rayos, Nacho en la cárcel! la sorpresa tampoco extraña a nadie pues ya apuntaba maneras. Van saliendo nombres y apellidos a los que cada uno se encarga de redibujar el perfil. El hilo parece inagotable, con el feto Federico y el buitre zarrapastroso, las dos joyas de ese laboratorio que nunca pisamos. ¡Qué risa!
Rocio y Jandro por siempre jamás, Felipe y su doble octavo de básica con prevenganza en un Chrysler naranja, Ana a la caña con rumbo seguro y Susana quue se emociona un poco al llegar a la cita. Allí estamos algunos de los que hicimos intermedio. ¿Y eso? Pues está claro, entre párvulos y primero de básica había que hacer algo. Pues eso: intermedio.
Brindis por Lobatáix, artífice del evento, resucitado después de un accidente de pulpo que le llevó al coma y a la muerte. O quizá no fue así. Elena que se escapa de los turcos y consigue llegar. Trae fotos de aquellos cupleaños para chicas, con bollos de Mallorca, que evidencian algún pacto con el diablo.


Todos bien, maridos, mujeres hijos e hijas que llaman a mamá para que vuelva pronto a casa. Marian aparca a lo señorita Pilar. Llega como és, rápido y llena de energía dejando en casa a su marido mosca por el que creció hasta el metro noventa. O quizá tampoco fue así. Pilar no llega y su teléfono imposible no da señales de vida, el otro Jorge declina, pero seguro que los ecos de la jornada les llegarán y no querrán perderse la próxima.
Risas por el pasado que revive. No tardo en ir reconociendo en todos y cada uno algún gesto, alguna inflexión de la voz u otro detalle que me dicen que si, que no es mentira, que Rocio está a mi izquierda charlando casi a gritos con Marian y Susana se ríe enfrente de mí. Y que a mi derecha Ana comparte ensalada con Jorge mientras charlan con Felipe y Elena con el Lambrusco de por medio. Ja, já, qué bueno, han pasado la tira de años pero estamos juntos de nuevo. Recién llegados de Atapuerca.

3 comentarios:

Pepe dijo...

Entiendo esa sensación doble de querer verles por un lado y por el otro el respeto a pensar que no habrá nada de que hablar.
Está claro que si habéis dado el paso es porque os apetecía de verdad. Si no cualquiera de los que habéis ido os hubiérais hecho los locos o hubiérais buscado cualquier escusa cutre para no acudir. Pero no fue así, y seguro que ha sido una experiencia cojonuda.

Mike Muddy dijo...

¡La infancia es nuestra verdadera patria!

PacMan dijo...

Para algo ha servido el puñetero "feisbuc", al fin y al cabo. Me alegro de que sea el principio de la continuación, y de que hayas sido el motor de un reencuentro de aquellos niños que se han convertido en hombres y mujeres.