viernes, 20 de marzo de 2009

EL ELEFANTE (un cuentecito)

Peter Wildman se despertó en su lodge del parque Kruger en Sudáfrica. Estaba prohibido alejarse del complejo turístico sin escolta pero el instinto aventurero de Peter era muy fuerte y decidió burlar a los vigilantes y darse un paseo en solitario por la sabana. La felicidad por estar en comunión con la naturaleza salvaje le hizo olvidarse del reloj y de otras referencias.
De repente, al salir de detrás de un arbusto se víó sorprendido por la presencia inesperada de un animal asombroso. Un elefante joven se revolcaba debajo de un árbol. Peter se quedó inmóvil. Estaba a menos de cinco metros de un auténtico elefante africano. El elefante se levantó a duras penas, en sus movimientos había algo raro, pero Peter no lo vió a la primera. Wildman se recobró de la impresión y amagó un paso hacia atrás que llamó la atención del paquidermo. Éste se quedó mirándolo fijamente y fué en ese momento cuando Peter se percató de que no podía apoyar una de las patas delanteras. Elevó la trompa y barritó con fuerza, como una trompeta desafinada. Lo hizo varias veces mientras se movía nerviosamente sin poner la pata en el suelo. Le dolía.
Aunque imponente, el animal estaba indefenso y sufriendo gran dolor; Peter entendió que ese impedimento significaba la muerte del animal y en un impulso insensato se fué hacia él. El elefante se quedó quieto y así permaneció observando a aquél ser que se le acecaba muy despacio.
A tan solo un metro Peter descubrió una gran astilla clavada en la planta de la pata del elefante. Ni corto ni perezoso se decidió a arrancársela y así liberar al bicho de la causa de su dolor. Para su sorpresa el elefante no hizo nada y le dejó que tirara con fuerza de la astilla que salió limpia y sin dificultad.
El paquidermo volvió a atronar la sabana con sus barritos; respiró con fuerza y apoyó la pata sobre la punta de las uñas. Dió un par de pasos tambaleantes hacia Peter y le puso la trompa primero sobre el hombro, y después la bajó hasta sus piernas que rodeó suavemente y luego soltó. La mirada del elefante agradecido se quedó con Peter mientras el elefante desaparecía entre la maleza.

Quince años después, Peter acompañaba a su hijo en una visita al zoo de Chicago. Paseando por el parque escuchó el barritar de los elefantes que le recordaron su vivencia africana. Llegaron hasta el cercado de los paquidermos donde vió que uno de los animales le miraba fijamente. El elefante empezó a levantar la pata una y otra vez y "trompeteó" con fuerza.

No podía ser verdad. Peter no salía de su asombro.

El elefante se acercó hasta donde él se encontraba y levantó la pata repetidamente. Peter estaba paralizado y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Sin pensarlo, e impelido por una fuerza desconocida, trepó la valla y saltó el foso que los separaba. Una vez dentro del cercado se aproximó al elefante con una mano tendida y la sonrisa en la boca. El animal siguió mirándolo y tranquilamente le puso la trompa sobre el hombro y luego la bajó hasta las piernas que rodeó suavemente.
Pero no las soltó. El cabrón del bicho apretó la trompa, levantó al gilipollas de Peter por los aires y lo estampó contra la pared. Palmó en el acto con cara de idiota incrédulo.
Pues no Peter Wildman. No era el mismo puto elefante. Probablemete al cojo se lo comieron los leones y el del zoo era un hijoputa resabiado comprado a un circo de Oklahoma.

Así que toma, por capullo. Y vuelve a por otra.


(Dedico éste cuento a todos los que mandan correitos gilipollas con historias conmovedoras, supuestamente verídicas y con final feliz que no trago)

4 comentarios:

PacMan dijo...

La vida es dura, amarga y hasta a veces insoportable. Pero quizás la gente se ase a cualquier clavo ardiendo de esperanza, hoy en día mucho más. Las historias con final feliz no son lo mío (Casablanca es una de mis pelis favoritas y Lazlo se va con la chica), pero de vez en cuando todos necesitamos una dosis de edulcorante para tragar la dichosa pastillita roja. Va por estados de ánimo.

Pepe dijo...

Mu güeno aunque me has jodido con el final, me había puesto tierno con la historia. Sigue por esta línea. Mola.

Mike Muddy dijo...

Final alternativo: el elefante era el mismo y hubiera preferido morir libre en África que prisionero en un zoológico, aunque no lo supo hasta que volvió a ver a Peter.

yiyi dijo...

Contrasta este cuento con la historia de la dulce ardillita de tu cole
Este final es más acorde con la realidad
Es lo de siempre, la amistad entre hombres y mujeres es imposible por mucho que se empeñen
Prefiero esta linea argumental