martes, 18 de noviembre de 2008

LONDRES, BODAS DE CRISTAL

A la tenue luz del tímido sol de Londres admiro el Támesis, junto con mi chica, desde mi posición en la orilla sur. Observo la silueta de la catedral de San Pablo junto con otras manifestaciones más modernas, como el "pepino" del edificio Gherkin de Norman Foster, o la gran Estación de Charing Cross. Me maravilla el abundante caudal del río, de una anchura incomparablemente mayor que la de nuestro Manzanares. Admiro también su colección de puentes y pasarelas, antiguos unos y modernos otros, orgullo de ingenieros y gentes que los crearon y construyeron en contra de sus aguas y a favor de su márgenes.



Está cada vez más oscuro y sólo son las cuatro de la tarde. Contemplo la tranquila superficie el río que me separa de la City. Desde mucho antes de la llegada de los romanos ya había aquí pequeños asentamientos celtas por ser este el primer lugar donde se podía vadear el río con cierta facilidad viniendo de la costa. Aguas abajo, el estuario comenzaba a ensancharse y ahondarse en su camino hacia la desembocadura, lo que impedía los vadeos. También era en época romana el límite de la pleamar, el punto máximo hasta donde el Mar del Norte penetraba casi 80 kilómetros al interior de la isla, en su cíclica inversión de la corriente del Támesis. No por casualidad Julio César hizo fundar aquí el puerto de Londinium, justo en el lugar hasta donde sus barcos podían remontar el río por la sola fuerza del mar, sin necesidad del viento o el empuje de los remos. Desde entonces, el Támesis ha sido una fuente de vida, riqueza y poder para esta ciudad, la mayor metrópolis europea y el lugar desde donde alguna vez se gobernó el destino del mundo conocido.

Se ha puesto el sol y la hora del te nos llama: sé por qué los ingleses lo toman humeante y puntualmente con este clima tan frío y húmedo. Nos apalancamos en uno de los barcos que recorre de este a oeste el Támesis. Cada día, miles y miles de londinenses atraviesan el "Old Father Thames"; lo navegan, lo recorren a pie o en bicicleta, de camino a casa o al trabajo, o por el simple placer de pasear por sus riberas. No se me ocurre una sola mirada a esta ciudad más bella que la vista nocturna desde cualquiera de la veintena de puentes que la mantienen unida de oeste a este, desde Greenwich hasta Kingston. Cualquier extraño que se precie recorrerá admirado el río, y podrá volver a su tierra y decir que ha conocido el Londres más emblemático.



El más famoso de todos los puentes de Londres tiene su historia. Durante los siglos XVI a XVIII, el río fue uno de los principales medios de transporte entre Londres y Westminster, existiendo un único puente: el Puente de Londres. Aunque ahora no soy capaz ni siquiera de imaginarlo, el río se congelaba en aquellos tiempos en los crudos inviernos. Desde entonces, el Támesis no se ha vuelto a congelar totalmente. ¿Sabéis la razón? La construcción de un nuevo puente de Londres, con pilares menos masivos que los del antiguo, es lo que permitió a partir de 1799 que ahora el río fluya con más facilidad y evite que la corriente se haga lenta, dando lugar a la congelación de las aguas. En el siglo XX fue sustituido por otro más moderno y funcional. Es confundido habitualmente con el Puente de la Torre, que es muy espectacular y permite con su apertura la navegación de grandes navíos. He vuelto a repetir las mismas fotos de este último desde la Torre de Londres y cuando vuelva en el futuro lo volveré a fotografiar. No me cansaré jamás. Hemos venido a celebrar nuestras Bodas de Cristal, así que ¿dentro de otros 15 años, quizás?

2 comentarios:

Mike Muddy dijo...

Me encanta Londres, más que París, aunque esto les suene a algunos a sacrilegio. Creo que puede competir en monumentalidad y en la calidad de sus museos con la capital de Francia, pero es que además me siento más cómodo. Tal vez sea el idioma (asunto importante), los pubs, los parques... o que en Londres es más fácil confundirte con el paisanaje. París (¿por qué será?) es demasiado gabacha para mi gusto.

Enhorabuena por las Bodas de Cristal y por la cuidada crónica.

Gonso dijo...

Así se celebran las cosas y no con un cine y unas palomitas como otros que yo me sé.
Felicidades.
Mira que siempre me dejo el post sobre Londres para otra ocasión y al final te me has adelantado. Me alegro anyway.
Me comprometo a escribir otro sobre la ciudad delTámesis cuando vuelva para allá en abril, (si otra vez)