Toda empresa modelna que se precie de serlo, tiene casi por obligación, que estar a la última en tecnología, novedades de gestión, tendencias de mercadotecnia o simplemente modas empresariales. La moda, por definición, es algo pasajero que suele dejar poco impacto y su aportación al valor de lo que uno hace no se justifica con el esfuerzo o la pasta que hay que dedicarle al penúltimo grito en cursos sobre técnicas de gestión grupal, tratamiento de incidencias críticas y su trazabilidad en el proceso de producción o modelos de calidad y su repercusión en el clima laboral.
Ahora, que si quieres estar a la ultimísima, lo mejor es apuntarse a los cursos con título en inglés o alguna combinación críptica de lenguas como uno que se titula, lo juro, "Coaching mayéutico" que lo mismo me cae un día de estos.
Mi impresión general es que muchas veces de estos cursos tan solo sales con alguna idea teorica buena, pero que no sabes qué hacer con ella cuando te enfrentas como yo a un habitat de aula y chavales. Eso sí, en estas cosas se come bien.
Hace poco me tocó asistir a un curso de título enmarañado, que no recuerdo bien, pero incluía las palabras comunicación y su importancia.
De todo un día hablando sobre la importancia de comunicarse bien y de cómo hablar en público y que se te entienda, tan sólo me quedé con un dato, que el conferenciante daba como irrefutable, y a mí me hizo fruncir el entrecejo.
Según estudios, no dijo cuáles, cuando hablamos en público hay tres factores que intervienen en la comunicación: la voz, el lenguaje corporal y el mensaje propiamente dicho. Estos tres elementos tienen siempre, y al loro, el mismo peso en la comunicación: un cincuenta y tantos por ciento de importancia para la voz, un cuarenta y muchos para el lenguaje corporal y un mísero 7 por ciento para el mensaje en sí.
Coñe.
No me lo creo y así se lo hice ver al incómodo conferenciante que se aferraba a su gráfico de tarta hasta que después de mucha insitencia por su parte, plegué velas, dije "pos vale" y acepté pulpo como animal de compañía.
Asín de que, desde ese momento cada vez que hablo en público, y no hago otra cosa debido a mi ocupación, pienso en que por muy interesante o aburrido que sea lo que quiero transmitir, sólo será entendido si mi voz resulta empática y mis gestos asertivos.
Lo que más me jode es que los cabrones de los políticos lo saben y se empeñan en no decir nada y sólo prestan atención a cuatro gestos aprendidos, discursetes ordenados, voz con aplomo y la puta corbata azul.
¿Será verdad esta mandanga? ¿No será que se lo han inventado para esconder que no saben nada? ¿Es aplicable de alguna manera al mensaje escrito? es decir, si después de este sesudo post pongo la foto de una tía en bolas... ¿Qué quedará?
¿Será la tía ese 7 por ciento?
3 comentarios:
Me lo creo. Vivimos en un mundo de apariencias. Si la gente se parara cinco minutos a analizar a quién vota, a quién asciende y a quién admira esto sería como la caída de Babilonia.
Navego entre el escepticismo de Mike y la vena hinchada de Titus. Ya no me creo nada. No creo ni en Pedja ni en Bernardo Schuster. Lástima.
Bueno, si me pones a la tía buena, creo en todo. Hasta en Raúl.
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