sábado, 12 de abril de 2008

PARIS MARATHON (2)

El despertador suena a las 6:20 de la mañana, la verdad es que lo he estado mirando durante toda la noche, y su sonido no me ha sorprendido de hecho me ha pillado mirando por la ventana. La vista es espectacular desde la planta donde estamos en el Hotel Concorde Lafayette, un edificio de 35 pisos desde el que se divisa lo mejor de Paris.



Todavía es de noche y ya se ve gente por la calle con el chándal y las mochilas a cuestas. El suelo esta mojado aunque no nieva, parece que las peores previsiones se van a cumplir: frío, viento y nieve. Si ya de por si la maratón es dura con un escenario climático semejante se torna casi heroico.

Los nueve locos que corremos defendiendo los colores de España en Francia desayunamos sin hambre, obligados a dar energía a nuestro cuerpo. El comedor esta tomado por los españoles y esta lleno a reventar. Hay gente para todo, los que bajan ya vestidos de corredores dorsal puesto incluido, los que ni se han peinado, los que se están preguntando que ropa me pongo para correr, los que comentan el tiempo que piensan hacer, minutos por kilómetro, paso por la ½ maratón, etc……. En fin, un desayuno lleno de nervios, tensión y porque no decirlo también de ilusión. Todos sabemos que vamos a sufrir pero soñamos con el sabor de la victoria que supone cruzar la línea de meta con el Arco del Triunfo al fondo.

A las 7:45 salimos por la puerta del hotel bien abrigados. Ya es de día y parece que el tiempo aguanta (de momento). Nos dirigimos andando a la salida que no esta a más de 500 m. La llegada a los Campos Elíseos es espectacular, solo se ven corredores, el asfalto y las aceras han desaparecido, 35.000 insensatos están allí esperando a que se habrá la puerta de toriles. Queda poco tiempo pero se hace eterno, últimas fotos con el Arco del Triunfo, últimos consejos, abrazos y conjuras, gritos……nos vemos en algo más de cuatro horas.

BANG!!!!! Comienza la carrera, bueno eso de comienza es un decir porque desde que suena el disparo hasta que pasamos por la pancarta de SORTIE transcurren catorce minutos. El gentío es enorme y solo se ven cabezas moviéndose a lo algo de toda la avenida hasta llegar al Louvre. ¡Espectacular!

Lo de correr el maratón juntos es algo imposible, a parte de la gente que hay, cada uno lleva su ritmo y es difícil coincidir con alguien que exactamente lleve el tuyo, aunque rápidamente se organizan tres grupos. El Pepe va en el primero, es un crack, una bestia, mi ídolo. Yo por supuesto voy con el pelotón de cola.

En estos primeros kilómetros es fundamental ir tranquilo y, sobre todo, no tropezarse con ninguno de los corredores que te rodean. Lo más peligroso son todas las cosas que hay tiradas por el suelo: sudaderas, camisetas, plásticos antitérmicos, botellas……. un auténtico vertedero.

Hace mucho frío, debemos estar 2 o 3 grados por debajo de cero, pero el cielo esta parcialmente cubierto y de momento no corre el aire, así que todo va bien.



Los avituallamientos son cada 5 kilómetros y son una auténtica fiesta gastronómica de frutas, pasas, bebidas de todo tipo, frutos secos, gominotas, lo que quieras. Es necesario ir comiendo y bebiendo continuamente y eso no es fácil. Ir masticando y corriendo al mismo tiempo exige una coordinación importante y Dios no me ha llamado por ese camino. Los 200 metros post-avituallamiento son tan peligrosos como la salida, los trozos de naranja, de plátano y las botellas de agua hacen que la calle sea una pista de patinaje.

La carrera transcurre entre un gentío tremendo que no para de animarte en ningún momento. Hay bandas de música cada 3 kilómetros que amenizan nuestra marcha. Los corredores les devolvemos su apoyo aplaudiéndoles y haciendo la ola a su paso. Hay muchos momentos que se te pone la piel de gallina al ver tantas personas aplaudiéndote y animándote. Lo más increíble es que te llamaban por tu nombre. Me quede alucinado la primera vez que uno me dijo “coraje” Antonio (con acento francés a tope), me dije ¿cómo es posible? Mi querido compañero de aventuras Miguel Angel me sacó del error: “¿no te has dado cuenta que llevas tu nombre en el dorsal? Pues no, no me había dado cuenta. Los ánimos eran personalizados.

El primer punto donde nos esperan nuestras chicas es el kilómetro 10 con una horita de carrera a nuestras espaldas. La verdad es que hace mucha ilusión verlas ahí cámara en mano y gritando como unas locas. La próxima vez que las veamos será en el 30 a los pies de torre Effiel, pero para eso todavía quedan ¡¡¡¡20 KILÓMETROS!!!!

En dos horas estábamos ya en la media maratón siguiendo el cauce del río Sena, a los pies de Notre Damme. Impresiona. Todavía la sangre me llega con fluidez al cerebro y disfruto del momento y del entorno. Paris es un lujo.

Allí nos despedimos de uno de los tres que componíamos el grupo. No puede aguantar el ritmo que llevamos y necesita aflojar un poco. Nos despedimos chocando las manos: “nos vemos en la meta” y seguimos corriendo entre gritos de ánimo.

En el maratón son importantes las piernas, pero más importante es la cabeza. La mía iba impecable y reluciente. Tengo un kilómetro en la cabeza, el 34, y tengo que aguantar corriendo hasta allí sin parar como sea. En otras maratones me he parado en el 30, pero en esta tengo que seguir 4 más. No parece mucho pero con 30.000 metros detrás es un mundo. Además la carrera de verdad empieza en el 30, donde esta el famoso “muro”. Según comentan los entendidos es en ese momento cuando el cuerpo empieza a tirar de todas las reservas y te pega un bajón de tomo y lomo sino vas bien preparado. En este caso en el 30 está mi Yoli y eso me anima a seguir, tengo que llegar, me tiene que ver pasar corriendo y con buena cara. Ya estoy en el 29, tiene que estar por aquí y efectivamente sobre uno de los puentes esta cámara en mano. Me salió del alma y la grite: “Yoli te quiero”.

Ya solo quedan 12, el final esta cerca pero es ahora cuando empieza la agonía y el sufrimiento. Los siguientes 4 kilómetros hasta el 34 fueron muy duros, pero tenía que llegar y llegue. En cuanto pasé la pancarta del 34 me pare en seco, la verdad es que podría haber seguido un poco, pero mi cabeza dijo basta, tenías planificado pararte aquí y aquí te paras. Y así fue, ese kilómetro que va desde el 34 y 35 lo hice andando, entre gritos de “coraje” Antonio. Yo muy educado respondía “merci”. Me despido de Miguel Ángel con quien había ido todo el camino, y este sigue corriendo. Le veo alejarse impotente.

En el avituallamiento del 35 me puse ciego y empecé de nuevo a correr. Me crujió todo, en este caso la cabeza se impuso a las piernas y conseguí mantener un ritmo decente. Me acordé de todo aquello que podía suponer un refuerzo moral, en mis hijos, en mi mujer, pero sobre todo en mi padre. A él iba dedicado esta carrera y no podía fallarle.

El final se acerca, ya estaba en el 40. ¡¡En el 40!! Me parecía mentira. Llevaba más de cuatro horas corriendo y estaba a punto de llegar, solo dos kilómetros. Seguía sufriendo como un perro pero el deseo de llegar es más fuerte que cualquier otra cosa. Hay momentos en que de la emoción están a punto de saltarte las lágrimas en plena carrera. Lo vas a conseguir.

Km 41, se acabo, a disfrutar la entrada en meta, última rotonda, gripo a la derecha, y allí esta majestuoso el Arco del Triunfo, no le podía venir mejor el nombre, y a sus pies la pancarta de META. Últimos 200 metros, diviso a mi Yoli a la izquierda y levanto los brazos en señal de victoria. Lo he conseguido. Es algo indescriptible, no le puedo creer.

Pero todavía, a pesar de la emoción, me acordé de mi padre y nada más cruzar la meta agarré el teléfono. Estaba sin aliento, pero tenía que decírselo. Me cogió él mismo el teléfono, solo acerté a decirle: “Padre, esto ha ido por ti. Gracias por todo lo que has hecho por mi”. Note que se quedaba en estado de shock, y después de balbucear unas palabras se puso a llorar y yo también. Y así acabe el maratón de Paris llorando con mi padre a través del teléfono debajo del Arco del Triunfo. Solo por eso ha merecido la pena. Gracias de nuevo padre.

Unas últimas reflexiones:
Que suerte tuvimos, por la tarde cayó una tormenta de nieve espectacular (que bonito Paris nevado).
Como dice el anuncio de Adidas “imposible is nothing”.
Ha merecido la pena. ¿Habrá sido el último? Por allí hablaban ya de Berlin...

Besos

5 comentarios:

PacMan dijo...

Anonadado. Tu capacidad verborreica repleta de sensaciones en primera persona me ha puesto los vellos como púas de puercoespín. Ole y ole, chavalote. Vaya trabajo de prosa epopéyica te has llevado al blog. Me has emocionado en numerosos pasajes. Pero lo que más ha sido lo del muro del 34. Creía que lo habías dejado.

No puedo decirte más. Parece como si yo mismo hubiera participado a hombros de tus letras en esa marathon de París, "la cité lumiere" o algo así. Hasta las fotos son épicas. Sin duda has presentado una candidatura a los Charly sólida y literaria. Casi diría impropia de ti. Te quiero. Enhorabuena por todo. Ya me contarás lo de tu viejo.

Gonso dijo...

Ya lo ha dicho todo pacman y yo no atino con las teclas.

Me ha llegao. Y mucho.

Pepe dijo...

¡Obra maestra, impresionante!. Mejor post del año sin duda. Sólo EL SÍNDROME LANGOSTA podrá hacerle sombra a mejor post del siglo XXI. Ahí queda eso para la posteridad.

PacMan dijo...

Eso, seguid recordando lo de la gala de los Charly 2007 para escarnio de algunos. Todavía colea lo de Gonso, lo de la zorra esa de la mamá noel y lo de ese post que no obtuvo recompensa. Al carajo.

Mike Muddy dijo...

Post impecable, lleno de momentos duros, de momentos emocionantes... largo y sentido como el propio maratón. Enhorabuena.