domingo, 14 de febrero de 2010

ME DIGITALIZO

Recupero mi conexión a internet después de un cambio radical que me lleva a poseer una envidiable velocidad de 50MB que por mor del Wi-Fi queda un poco castrada pero va a toda leche.
Algún día os contaré mis delirantes conversaciones telefónicas con mi proveedor de internet, compañía que empieza por O y acaba por O, aunque probablemente no sea más que un ejemplo de cualquier servicio de "call-centre" ubicado quién sabe dónde.
Pero hoy quería contaros otra actualización tecnológica que ha tenido lugar en Gonso's place.
Me he comprado una tele.
Recuerdo la primera tele que me compré. Técnicamente no la adquirí si no que me la "regalaron" al hacerme con una enciclopedia universal de algo. Quiero pensar que cuando me metí en el dispendio no lo hice atraído por el regalo prometido, si no por un interés sincero en tener una fuente donde saciar mi sed de conocimiento. Aunque la tele ayudó.
El aparato en cuestión era un minúsculo Nisupu oriental, más pequeño incluso que la pantalla de mi ordenador, que pasó de la noche a la mañana de tener un papel secundario en la casa materna a ocupar un papel protagonista en mi nuevo hogar. Pero sus escasas 15 pulgadas sucumbieron ante la Copa Davis, que condenó a mi Nisupu, cuando ésta no pasó la prueba de la larga distancia. Las espectaculares dimensiones de mi salón hicieron infinito el espacio entre el sofá y la pantallita, dónde dos muñecos se movían de lado a lado persiguiendo una presunta pelota que ni tan siquiera se intuía.
Era el momento de cambiar. Chao mini tele, hola SONY trinitrón de 21 pulgadas. Ese fue el límite permitido por el almirantazgo y con esas dimensiones he vivido los últimos catorce años. Sólo el avance espectacular de la tecnología ha conseguido que cambie el aparato, pues mi Trini-tron funciona como el primer día, excepto unos enigmáticos chasquidos interiores que emite regularmente desde sus tripas y que las últimas emisiones panorámicas me esconden los laterales de la imagen condenándome a no ver el marcador cuando lo ponen en la esquina.
Consensuada la decisión con mi santa, nos vamos a una tienda de electrodomésticos y una vez allí pronuncio la frase "Buenas, queremos una tele".
Ya, ¿Y qué tipo?
Pilar se adelanta con que no quiere un mamotreto y fija las 26 pulgadas como límite. No va mal, he ganado 5 sin problema. Sin decir yo nada el vendedor se pone de mi parte y se marca un discurso acerca de que no merece la pena invertir en ese tamaño, ya que apenas se fabrica, y sale al mismo precio que la de 32". Con evidencias palpables que sostienen su argumento, Pilar duda y sucumbe ante la labia del fenicio. ¡Toma! Sin abrir la boca he ganado otras 6 pulgaditas, para un total de 11 sin bajar al barro de la discusión.
Pero cuando yo creía que que con el asunto del tamaño estaba todo hecho, empiezan los tecnicismos. ¿Plasma, LCD o LED? Ante nuestra cara de paisaje descarta el plasma y se centra en las cualidades de las dos últimas que desgrana en un speech que durante veinte minutazos nos aturde con consumos, contrastes, herzios, parpadeos, conexiones HDMI, HD ready, HD full y Ful de Estambul. En resúmen, que cuanto más te gastes mejor será la tele. Un hacha el tío. Nunca lo hubiera sospechado.
No le mando a cascarla por su contribución al aumento de pulgadas, pero como soy vengativo y mala persona, no me resisto a clavarle una puyita y hacerle pagar la conferencia.
Sobre la pared hay cienes y cienes de teles que emiten el mismo partido de la liga turca y no se ve bien en ninguno de ellos, así que le pregunto cómo es que ante tal despliegue tecnológico, todas las emisiones se ven como el culo.
"Es que sólo tenemos una toma de antena de la que salen las conexiones para toda el panel y además la señal no es buena".
O sea que todo depende de la señal que me dé la antena de casa y no de la tele que compre...
"Pues ...sí"
Pues vaya.
El nuevo SAMSUNG serie 5 de 32" ocupa ya su sitio. No somos felices del todo pues al ver ese pantallón dominándo el espacio filosofamos con que antes éramos nosotros más importantes que la tele, pero ahora parece que hemos perdido sitio las personas par dejar lugar a las cosas.
Quizá nos acostumbraremos a convivir pero ya me acuerdo con cariño de mi Trini- tron y de la pequeña Nisupu, dónde quiera que esté.

3 comentarios:

Pepe dijo...

Un poco más y consigues sacar una de esas enormes de 40 y tantas pulgadas en canal y que se ven que te cagas sin antena ni ná. No desesperes, quizás dentro de otros catorce o quince años, el vendedor de turno consigua torcer el brazo del almirantazgo y hacer que te lleves una alegría pa'l cuerpo.

PacMan dijo...

Ahora es la TDT y la pantalla ancha. Todavía me acuerdo del paso de B/N a color en nuestras vidas. Y todo por lo mismo: para que tires la vieja tele y compres la nueva. Y quien dice tele, dice coche, lavadora o microondas. A más renovación, más satisfacción. ¿O quizás no?

Mike Muddy dijo...

A mí me molan los gadgets nuevos, pero mi almirantazgo se resiste al cambio. Mi tele (una Sony) nos ha dado más de un disgusto. La última vez me cabreé tanto que dije "una y no más". Desde entonces va como la seda. Y el almirantazgo, tan feliz.