sábado, 7 de noviembre de 2009

COGEME BIEN, PIBE

No diré su nombre de pecador, pero sí contaré su historia. Podría protagonizar una novela titulada "Cómo vivir 200 años en apenas 60". En su equipaje de experiencias uno no sabe cuánto hay de literatura y cuánto de verdad. Pero qué importa. Monologuista más que conversador, su pegada de hebra es perdonable porque te partes la caja con él y, además, suele ocurrir en un contexto de ojo de bife, vino y panqueque de dulce de leche. Es el relaciones públicas de uno de los restaurantes más exclusivos de Buenos Aires, cuyos manjares ya disfruté en mi anterior visita a la capital argentina. En aquella oportunidad había damas en la mesa y el tipo hizo el relato de sus conquistas con mesura, sin entrar en detalles, pero esta vez se soltó la melena. La primera de sus tres esposas fue una bailarina de ballet clásico que le hizo una petición concreta en la cita de su debut: "Cogeme bien, que no quiero el polvo del obrero" (léase cogéme bien, y dígase con el peculiar acento porteño).

Verónica es una joven guía turística de Tigre, una bonita población a orillas del Río de la Plata y cercana al delta del Paraná, con casas de recreo señoriales, un museo del mate y otro de arte con interesantes lienzos de pintores argentinos. La tipa mostró bastante desinterés con el grupo de periodistas españoles hasta que, en el almuerzo, servidor usó el verbo "coger" para algún fin honesto, como hacemos en la madre patria, donde coger a una persona o un objeto no significa aplicarle un mete-saca o petrolearlo, y Verónica se rió hasta que sus ojos produjeron lluvia. Difícil prescindir de uno de nuestros verbos comodín. Y difícil evitar que los argentinos se descojonen. Cogemos un taxi, un avión, un botellín de cerveza y unas entradas para el cine. Cogemos a un bebé que berrea en la cuna para que se calle. Cogemos unos kilos de más con el tripeo. Cogemos cogorzas y la gripe A. En definitiva, nos lo follamos todo.

El relaciones públicas del restaurante ha sido saxofonista, oficial de la Armada argentina, correveidile en Tahití y representante de Aeroflot (líneas aéreas rusas). Precisamente estaba en Moscú cerrando una operación cuando le ocurrió lo siguiente. En una cena le sentaron junto a una de las jefas de la compañía. Después de apretarse una botella de vodka la individua le miró libidinosamente. "Viste, viejo, las rusas son unas mujeres altas, impresionantes. Pero me tuvo que tocar la gorda. Era incogible. Pero si no la atendía perdía el negosio. Menos mal que me acompañaba un colega que me sirvió de coartada. Había tomado demasiados tragos y me suplicó: Ché, sacame de aquí dignamente (léase sacáme de aquí, y dígase con el peculiar acento porteño). Eso me salvó. A mí me gustan las mujeres con el culo firme, lo que yo llamo un culo toc-toc".
Verónica, la guía de Tigre, llama a un "remis" (una especie de taxi) que debemos agarrar, no coger. Se despide de nosotros con dos besos (a la española) y se va calle abajo meneando su espléndido culo embutido en unos vaqueros ajustados. Un culito toc-toc.
Una tormenta vespertina descarga sobre el Río de la Plata.

(En la imagen, tres jóvenes se cogen amorosamente cerca de San Carlos de Bariloche, Argentina).

2 comentarios:

Titus Jones dijo...

Lo voy aplicar, cada vez que la Yoli diga la palabra mágica, mi catapulta saltará como un resorte.
Os informaré de mis progresos...

gonso dijo...

pero... ¿cogiste?