Cantidad y calidad no siempre son términos bien avenidos. Y que la valoración que hacemos de ambas cosas no responde casi nunca a criterios objetivos es también algo evidente.
De eso sabemos mucho los aceituneros altivos de la familia Franco. Todos los años por estas fechas solemos reunirnos en Becerril para la recogida de la aceituna. No es que tengamos el huerto de Getsemaní, tan sólo un olivillo joven que ha sido capaz de adaptarse a los fríos y a la altitud y que fiel a su cita todos los años nos ofrece unos kilos de aceitunas que hace tan sólo unos tres o cuatro años decidimos recoger por primera vez.
Por supuesto que no vareamos el árbol, nuestra recogida es manual, de una en una, desde las ramas de abajo hasta las más altas a las que Titus casi llega sin escalera. Mayores y niños nos empleamos con cariño en un proceso que, todo sea dicho, no nos lleva más de una hora, hora y media.
Posteriormente, mi señora suegra que es una experta en las artes tradicionales del ama de casa, recibe la cosecha y tras quitar de en medio las aceitunas que ya están pochas, aliña las buenas con agua, sosa cáustica, tomillo, romero y sal.
Cantidad lo que se dice cantidad, no hay mucha como podéis ver y esto si es un hecho bastante objetivo. Máxime con todos los que somos a repartir. Calidad, lo que se dice calidad, pues depende de quien lo juzgue. A mi me parece que están de muerte, primero porque saben ricas-ricas y segundo porque tienen el sabor de las cosas nacidas y hechas en casa.
Esta foto es el resultado de nuestro "esfuerzo" de este año. Materia prima de un pequeño homenaje que un servidor se ha auto ofrecido como aperitivo de la cena de esta noche y que me ha servido de inspiración para este post.
Entre oliva y oliva, entre traguito de cerveza y traguito de cerveza he estado pensado que no estaría mal para el año que viene incrementar el número de manjares caseros que sumar a estos momentos tan plácidos. De hecho, comentaré a mi familia la posibilidad de plantar para la siguiente temporada, algún árbol que de berberechos, mejillones o chistorrita de Navarra. Lo de la cebada para hacer cerveza va a ser que no. Es bonito esto de las cosas hechas en casa pero se me antoja demasiado laborioso para lo fácil que es abrirse una Mahou y lo buena que está la jodía rubia.
Todo sea por estos magníficos momentos. Miembros, ¡salud!
PD: 6/10. Paso del Ecuador conseguido en tiempo.
2 comentarios:
Seguro que están cojonudas. Recuerdo cuando tuvimos huerta en Moral y cualquier cosa que salía de ella y llegaba a la cocina sabía a gloria.
Hace poco, mientras inspeccionaba mis tierras, (así llamo a las macetas) me preguntaba si no sería mejor mandar a cascarla al tronquito del Brasil y poner unos tomates. Quizá me anime.
Entiendo el orgullo que se siente al transformar el fruto de la tierra en alimento para el espíritu -y para el cuerpo-. En mi caso es la recogida del madroño, que poco nos falta para su llegada. Algún año pasaremos de la amateur de gustación y picoteo de sus rojos frutos a la profesional elaboración de licorcillo a base de ahogar los madroños en orujo. Algún año.
Publicar un comentario