"Desde el espacio, el planeta es azul. Desde el espacio, el planeta es el territorio no de los humanos, sino de las ballenas".
El poeta inglés Heathcote Williams publicó en 1988 "Whale Nation", probablemente el alegato más poderoso en contra de la caza de cetáceos que se haya escrito nunca. Su poema me inspiró el título del blog "Pueblo de Ballenas". De niño pensaba que eran seres mitológicos, y de mayor siempre las busqué. Mi primer avistamiento fue en Alaska, en 1997, en el Parque Nacional Kenai Fjords: una cola sumergiéndose en la distancia. En el barco nos dijeron que era una ballena minke, o rorcual aliblanco. Tal vez. Me supo a poquísimo. Yiyi lo recordará. En Islandia, dos años después, me embarqué en Húsavík, un pintoresco pueblo pesquero del norte de la isla, junto con Conchi, Escuer y Eva (tenía un añito) para continuar la búsqueda. Una cola, o dos, en el horizonte. También de un pequeño rorcual. Sentí una gran frustración. Tanta, que cuando llegamos a Stykkishólmur, en la península de Snaefellsnes, fuimos directamente al puerto a preguntar. "Estas aguas son de puta madre", nos dijo la tipa de una empresa de whale watching. Traducción libre, claro. "Hoy hemos visto varias ballenas azules y hemos contado cinco saltos de ballena jorobada". La tipa me puso cachondísimo. Reservamos. Al día siguiente, marejada tirando a mar gruesa. A joderse.
No me saqué la espina hasta hace cuatro años, en Andenes (Noruega), donde vimos media docena de cachalotes a los que pude grabar en vídeo. Los bichos permanecen un rato en la superficie hasta que se sumergen a gran profundidad. Lucía estaba a mi lado con los ojos como platos.
Este verano hemos buscado ballenas en Canadá. Dos salidas, ambas en la isla de Vancouver, con resultado desigual: un día vimos ballenas grises cerca de Tofino. El patrón del barco decidió volver a puerto cuando habíamos encontrado una zona donde se alimentaban y apenas nos dio tiempo a disfrutar de ellas (el muy cabrón ilustra sus folletos con cetáceos saltando fuera del agua). Otro, ballenas jorobadas en Telegraph Cove. Allí fue diferente y pude hacer las fotos que ilustran este post. Fue un momento mágico que me recordó el poema de Heathcote Williams sobre la propiedad de las escrituras de la Tierra.
3 comentarios:
Es cierto, me acuerdo del encuentro en Alaska, apenas lo vimos, pero aún así me gustó
Adoro los cetáceos. Los he visto en Canadá y en las costas españolas. No sé si la tipa te puso cachondo por los bichos o por ella. Lapsus lingüe o no, ahí lo has dejado...
Lo más parecido que he visto a una ballena ha sido una trucha así que creo que no computa mi avistamiento.
Eso sí, era un truchón.
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