martes, 27 de abril de 2010

EL PARNASO LITERARIO

El libro de cabecera de Yiyi me ha hecho recordar un par de volúmenes destacados en mi biblioteca.
La temática es de alguna manera coincidente pues se refieren al viejo tema del uno-dos, uno-dos, pero eso sí, abordado desde prismas radicalmente opuestos.

El primero es un manual de autoayuda que da recetas para mantener la línea. Las recetas, como se puede deducir del título, se terminan por resumir en que darle alegría al cuerpo implica un ejercicio físico que redunda en adelgazamiento. Las distintas posturas acrobático-gimnásticas producen que se quemen mayor o menor número de calorías, de tal suerte, que si un clásico misionero elimina el equivalente a pongamos un yogur desnatado, la postura del toro mecánico puede compensar un bistec con patatas. (Si alguien desconoce tal postura que lo pregunte que ya la describiré en un comentario al post).

El segundo volúmen es una suerte de cuentos orientales de las mil y una noches en los que el rey Gonzalo se va pasando por la piedra de manera incestuosa a sus hijas, que por otra parte, son proclives al asunto y tampoco le hacen ascos a aprender nuevas maneras de deleite, a manos (nunca mejor dicho) de sus hermanas. Sobre todo la pequeña.

La lectura enriquece el alma, y a veces el cuerpo.

5 comentarios:

Mike Muddy dijo...

Por favor, describe la postura del toro mecánico... O haz fotocopias de los capítulos esenciales de la guía y que rulen en la próxima cena de MSB. Supongo que Yiyi tendrá más que superado el asunto, pero a los demás nos vendrá bien aprender.

PacMan dijo...

Dos placeres unidos en una única actividad. Al fin y al cabo la lectura sirve para satisfacer los deseos humanos, los más sublimes y los más perversos. Caramba, que coincidencia.

gonso dijo...

Procedo.
Para comprender bien la postura hay que tener en mente ese ingenio mecánico que ponían en las ferias, consistente en un potro controlado por control remoto, al que uno debe subirse y aguantar sus envites, giros y desboques sin dar con sus huesos en la colchoneta anexa. Es como lo del los cow-boys en los rodeos.
Se convence a la santa de que un día es un día y hay que probar cosas nuevas. Si suena la flauta, debes conseguir a su vez que acceda a colocarse en suerte, poniendose como vulgarmente se dice, a cuatro patas. Llegado a este punto, enfilas desde su retaguardia, y sobre todo, te agarras a las protuberancias naturales como si te fuera la vida en ello. De esta guisa empieza la faena y es aquí donde te la juegas echando un órdago que te garantizará unos segundos de desenfreno y un broncazo de la leche a posteriori.
Asido desde detrás, y en pleno fragor, comentas distraídamente que esta es la postura favorita que practicas con tu secretaria, vieja amiga, antigua novia, compañera de trabajo o algo así.
Indefectiblemente tu santa se convertirá en un toro mecánico que pondrá todo su esfuerzo y empeño en zafarse para darte la del pulpo. Pero tú ahí, aguantas como si fueras el vaquero de Marlboro, contando los segundos en que te mantienes sin caer y si vas en plan chulito puedes incluso soltarte de una mano.
Eso sí, prepárate luego para las hostias y olvídate de posturitas para el resto de tu vida.

Titus Jones dijo...

Dicho todo esto, solo tengo que añadir que al final te acabaras haciendo una gallola como casi todos los días

Mike Muddy dijo...

Jajajaja... buenísimo!!!