lunes, 12 de abril de 2010

CAJÓN DE SASTRE (O DESASTRE)

Un poco de todo. O de algo.
Parece que mi HAL 9000 se ha rendido ante mis ataques por todos los flancos posibles para desengancharle de la manía recientemente adquirida de apagarse a placer y sin previo aviso. Los técnicos me decían que iba a ser de la placa, de la RAM, de la fuente de alimentación o del ventilador. Ahí es nada. O un virus, que es la opción que comparten los informáticos y los médicos de cabecera cuando estamos malos y no saben por qué. Esta vez la solución mágica aportada por cualquier informático que se precie -apaga y vuelve a encender- no era válida pues precisamente luchábamos contra ése síntoma. Al final, otra solución de médico antiguo: cambie usted de aires. Ha sido llevarme el portátil a una habitación del ala oeste y adiós problema. Curious.

El miércoles pasado escuchaba en el coche la última tertulia que Juan Manuel Gozalo dirigió en vida. Mis recuerdos de la radio se asocian a José Maria García y al susodicho, al que seguía oyendo todas las mañanas. Ese último día comentamos en el coche la voz cascadísima y el ánimo flojo, que esgrimió, impropio de una persona que buscaba siempre un argumento contrario al general y se lanzaba a tumba abierta a defenderlo con la vehemencia que un veterano de vuelta de todo puede hacer gala. Mi hijo se cabreaba todos los días conmigo por escucharle, pues hasta un pimpollo reconocía a una persona tozuda y discutidora por naturaleza. Ayer oímos la noticia y, sobre todo el lebrel, no se podía creer que ese Gozalo que escuchaba por las mañanas ya no iba a acudir a nuestra cita matutina.
Por suerte ya no le tocará convivir con algo que leí también este fin de semana y que atañe a los periodistas. Parece ser que se han inventado un supermegasoftware que escribe crónicas para los periódicos sin la intervención humana. De nuevo mi HAL. Dos profesores de la universidad Northwest de Illinois (estas cosas siempre pasan en Illinois) han creado un programa de inteligencia artificial llamado Status Monkey que ya ha sido capaz de generar la crónica de un partido de fútbol americano. El bicho lo que hace es recoger datos, analizar estilos y así redacta desde el punto de vista del que juega en casa o del que lo hace fuera, siguiendo además las instrucciones del editor.
Y digo yo que porqué seguimos teniendo esa puta mania de generar máquinas que nos sustituyen. Si somos más de seis mil millones de terrícolas, ¿qué necesidad hay de dejar a todo el mundo en el paro?
A otra cosa.
Me he pasado la Semana Santa en una playa levantina conocida por todos donde tengo una posesión. Recuerdo cómo hace ya unos años cogí un día el teléfono y al otro lado estaba mi suegra diciéndome que se iba a quedar con mi hijo el fin de semana. Vale, ¿Y eso? Pues para que podáis ir a ver lo del piso... me dijo. ¿Qué piso? pregunté intrigado. El que os váis a comprar en la playa.
Así me enteré yo de que iba a ser propietario de un apartamento playero.
Si eres mi mujer no sigas leyendo, y si eres valenciano casi que tampoco... para no llevaros un berrinche. Que no es necesario.

El caso es que la vida en la playa no es para mí. Sólo aguanto cuando supero la línea, qué digo, el muro de sombrillas con las plantas de los pies chamuscadas, sorteo los castillos de arena, salto sobre las medusas varadas, esquivo a las viejas que pasean por la orilla, evito a los adolescentes que hacen el cafre, paso la barrera de orines, reconocible por la temperatura y la abundancia de peces agilipollados, y por fin pongo metros de distancia con los bañistas más avanzados y allí me quedo hasta que la arruga me invada y toque retirada. Ni sombrilla, ni toalla, ni nada. A casa rápido y a ser posible sin pisar la arena.
Las tardes son si acaso más emocionantes pues el paseo marítimo se puebla con cientos de energúmenos ruidosos que se empeñan en demostrar lo imbécil que se puede llegar a ser. Están los del seat Ibiza, o León con cuatro toques de tuneo, ventanillas bajadas y chunda chunda estremecedor dando por saco a diestro y siniestro. Todos con gorra, camiseta del Valencia, piercings, tatuajes y porrete en los labios. Lo peor son los fines de semana en que no cabe un alfiler-olvídate de mover el coche si no tienes parking propio- y además te puede tocar que alquilen los pisos de tu edificio a una jauría de patanes o patanas que desconocen el significado de "molestar al vecino" pues cuando ya no aguantas más a eso de las tres de la mañana y subes a ver si pueden dejar de hacer ruido te abren la puerta y te miran sin entender porqué te molestas por un poco de música. Son esos terribles momentos en que miras a un lado y a otro buscando a un Hitler, Stalin o Milosevic para aplicar una solución final a escala valenciana. Haciendo amigos.
Y termino este post de retazos sin hilo anunciando un nuevo viaje Winchester donde espero encontrar sucedidos e inspiración para continuar la ya tradicional serie de crónicas desde la Pérfida, que tantos momentos de gloria han dado al blog.
Y hasta aquí.

2 comentarios:

Mike Muddy dijo...

Gozalo también entretenía mis trayectos i/v al cole todas las mañanas. En su programa no hacen más que hablar del RM y del Barça, pero me entretenía. Un clásico. Estudio Estadio, Radiogaceta, etcétera, jalonan mis recuerdos. Nos hacemos mayores y los clásicos se van.

Suscribo lo de la playa punto por punto. Puede haber excepciones, claro: un rincón solitario en el Caribe, en las Seychelles o en Polinesia. Lástima que pillen un poco lejos.

Titus Jones dijo...

Lamentable estampa la de la costa valenciana. Y tu papelón espectacular al enterarte por tu suegra. La verdad es que te compadezco. Que te sea leve.