sábado, 13 de marzo de 2010

GENERACIÓN FÉLIX / 3



Desde que Mike nos lanzara el guante de escribir sobre Félix le he estado dando vueltas a cómo iba a ser mi post. Lo primero era darle un título. Un título original, llamativo y que invitara a la lectura. Pero visto que mis dos antecesores en la publicación han optado por el genérico, me meto la originalidad por donde me quepa y tiro por la calle de enmedio a lo facilón.
Resuelto el dilema, aunque de forma un poco miserable, me voy al lio.
¿Y qué decir de Félix que no se haya dicho ya? Os dejo las grandes palabras para vosotros y busco en mi memoria imágenes y sensaciones de esas que todos y cada uno a buen seguro conservamos.
Lo primero que recuerdo es la urgencia por acabar todo lo que tenía que hacer: baño, cena etc para poder pillar el primero el lugar del sofá enfrente de la pantalla. Por supuesto que no había discusión por qué ver en la tele. La oferta era la que era y después siempre me pregunté por el impacto que habría tenido aquella serie fabulosa en estos tiempos asesinos en competencia con Tómbola, La inmundicia de Patricia, Gran Rumano y pestes de este jaez dónde la fauna ibérica es otra bien distinta y sinceramente me importaría un huevo que se extinguiera. Es más; ayudaría.
Tan ta ran ta ran tán, tan ta ran ta ran tán... !Qué empiezaaaa! La actividad en casa cesa y quedamos todos pendientes y encandilados por la voz del doctor. " Queridos amigos de la fauna ibérica..."
La jineta que persigue dentro de un tronco al lirón careto, del que vemos primerísimos planos moviendo el hociquillo con carita de decir "ya estamos otra vez, puta vida la de roedor del bosque" o el zorro, el raposo, que hace lo mismo intentando meter el hocico dentro de una madriguera. Son los primeros flashes que surgen al hurgar un poco en los recuerdos. Las famosas escenas del águila y el cabrito o de los lobos corriendo en manada a cámara lenta acompañados por aquella enigmática sintonía en la que se oía a alguien gritar "El lobo, que viene el lobo" y se distinguía un coro que repetía eso de "llega el matadooooor". O por lo menos eso era lo que yo entendía.
El inolvidable reto sobre el alimoche que el Barón alemán Nosécuantos le lanzó a Félix para que comprobara si la conducta rompehuevos de avestruz a pedradas, era innata o aprendida. ¡Qué subidón cuando el ave acertó con la piedra en el falso huevo!
¿Y las luchas de los machos de cabra hispánica? ¿Quién no reconocería enmedio del bosque el ruido del choque de astas? ¿Y la berrea de los ciervos en las dehesas de ¿Cabañeros?
El muflón y el rebeco, la culebra de escalera entrando en los nidos de los abejarucos, ¡Cada vez que salía una serpiente ponían una música que te helaba la sangre! Además, el ritmo en la narración era fabuloso, dejando a los animales que actuaran acompasando los comentarios para no interrumpir la acción.
Aprendimos que lo que llamábamos pájaros tenían nombre y apellidos y no pocos corrimos a los quioscos a comprar los cuadernos de campo de Rodríguez de la Fuente para empaparnos de nombres que nos han permitido identificar a varias especies y fantasear con muchas otras. Recuerdo el capítulo del alcaudón que me dejó patidifuso con las escenas en que el ave del antifaz ensarta a sus presas en una zarza a modo de despensa. Félix y su amigo el cetrero nos enseñaron que un águila puede ser real, imperial, perdicera, culebrera, calzada, que existen los aguiluchos y los ratoneros, además de milanos, halcones y qué se yo. Aprendimos y luego lo disfrutamos al ver alguna de esas especies maravillosas con nuestros propios ojos. "Pásame los prismas que creo que he visto un águila imperial hembra de unos dos años de edad..." Éramos jóvenes e inofensivos.
También tengo sitio para las nutrias, las de aquí y las gigantes del Orinoco. De allí descubrimos a las capibaras, al jaguar y a la anaconda. ¡Qué susto coño! Ahí me hubiera gustado ver al Attemborough con el barro hasta las ancas y a punto de dejar de fumar por culpa de un mostruo desagradecido al que Félix quería salvar y llevar a un lugar mejor.
Pero lo que seguro no olvidaré es el momento en que dieron la noticia de que Félix se había quedado allá en Alaska. Los que tenemos hijos quizá hemos visto la película de Balto. Un perro que tiró de un trineo para poder llevar unas medicinas a un pueblo aislado en Alaska cuya hazaña se conmemora con una carrera de trineos que Félix quiso grabar.
Lástima que fueran Enrique y Ana los que cantaran a la desparición del buen doctor y que la cancioncilla tuviera un carácter tan infantil.
Esta mañana me ha contado el gallo
que el elefante le contó al castor
que la culebra dijo a la piraña
que esta mañana esta más triste el sol.
Me ha dicho el pato que le diga al gato
que lobo dice que contó al ratón
que la coneja dijo a la anaconda
que esta mañana está más triste el sol.
Estribillo:
amigo Félix cuando llegues al cielo...
amigo Félix hazme solo un favor:
quiero ir contigo a jugar un ratito
con el osito de la osa mayor.
Ñoña, muy ñoña pero por el mensaje y por dedicársela a uno de mis héroes les perdono la vida.
Vuelvo al título y me lo quedo. Ni generación X, ni hijos del baby boom, ni JASP ni pollas...
Generación Félix.

1 comentario:

Mike Muddy dijo...

La melodía inmortal y ese amanecer... ¡No me acordaba de maese raposo! :-) Nunca ha existido una experiencia televisiva familiar tan espontánea como aquella.