jueves, 14 de junio de 2007

TENER UN HIJO...

“Tener un hijo, escribir un libro, plantar un árbol...” dicen que es la máxima que todo hombre (o mujer) debería, al menos, llevar a cabo en esta vida. Algunos se la atribuyen al escritor y poeta cubano José Martí. ¿Qué queréis que os diga? Obsesionarse por alcanzar metas quizás no es más que una forma de vanidad. En concreto, personalmente ya he cumplido esos objetivos y por ello no me considero ni mejor ni peor que nadie.

Por una parte, ya he tenido un hijo, más concretamente tres, y es una aventura inolvidable que aún está en marcha desatada, imprevisible y maravillosa. No recomendada a menores de 18 años ni a mayores de 40 cuando la empiezas, pero eso cuéntaselo tú a tus hormonas en el asiento de atrás de tu buga estrechito.

Escribir un libro es un mérito relativo, en sentido amplio del término "libro". En mi caso puedo aceptar como libro: mi diario, mi primer cuaderno de poesía, el blog o mi proyecto fin de carrera, este último dedicado a MSB -guardadme el secreto.- Haber escrito un libro exige más disciplina que tener un hijo, aunque también da un montón de satisfacciones.

Por último, plantar un árbol es un acto más común de lo que era antes. Ahora, en las escuelas, los alumnos son conducidos a los patios de los colegios y en corro observan cómo el jardinero de turno trae el pinito en la carretilla, limpia el cepellón, lo sumerje en un hoyo previamente practicado y lo prepara para que los niños echen su puñado de tierra, le suelten un manguerazo y aplaudan como bobos. Yo no lo hice así. Me costó meses que un brote de un tocón medio muerto de madroño llegase a prender junto a mi casa. Ahora tiene dos metros de altura y sus frutos dan de comer a los gorriones en octubre. Un triunfo de la Naturaleza más que mío.

Otros logros del ser humano se pueden añadir a tal máxima. Cada uno puede elegir los suyos.

2 comentarios:

Gonso dijo...

Bonita reflexión.
No sé de dónde puede venir, quizá el poeta, pero puede tener que ver con lo de perpetuar la especie o dar la vida, contribuir a que el conocimiento se propague y darle al medio en que vivímos la importancia que tiene, concienciarnos de que dependemos de la tierra y son sus frutos los que debemos cuidar para cuidarnos a nosotros mismos.
Tampoco sé qué puede resultar más difícil. Hijos, que yo sepa, tengo uno, árboles creo haber plantado alguno, sobre todo en la Herradura en Moral, los pinos o abetos navideños que son ahora unos bicharracos de impresión y libros... pues hombre, alguna letra he juntado pero de eso a considerarlo un libro hay un trecho.
Pero bueno, nunca es tarde. Mejor esto que no la otra versión que circula por ahí que dice que lo que todo hombre debe hacer es tener un hijo, subir en globo y darle por culo a un gorila.(o algo así). En cualquier caso, prefiero no imaginarme la escena de zoofilia no vaya a ser que vengan mal dadas y el monete se rebele y te ponga mirando al Ngoro Ngoro.

Mike Muddy dijo...

En Moralzarzal planté varios cedros junto a mi padre (siempre pensé que eran abetos hasta que un ingeniero agrónomo me sacó de mi error). En 1977 saltaba por encima de ellos. Ahora miden más que la casa, y gente de mi entorno me ha recomendado talarlos para que no levanten los cimientos. Les he dicho que los talen cuando me muera y que me hagan la caja con su madera.

Como sabéis tengo dos lebreles. Intenté un tercero, por ver si caía el niño, pero Conchi dijo que nones, y ya sabéis lo pesadas que se ponen las mujeres con estas cosas y las contrarias. Si ahora mi santa cambiara de opinión creo que me costaría un mundo pasar por los pañales, los biberones, las potas y las noches en vela. Y seguro que vendría otra niña.

El libro es el gran sueño de mi vida. He empezado varias veces una novela (tengo todo: el argumento, los personajes...), pero se necesita un esfuerzo, una voluntad y un tiempo que no tengo. Como PacMan, si sumo todos los párrafos de mi vida puedo aspirar a aprobar, al menos, esta asignatura.

El resto de las pretensiones están relacionadas con viajes lejanos y con la necesidad de ir tirando, que no es poco. Pero añadiría algo más a lo del libro, el hijo y el árbol: conservar los amigos y los buenos recuerdos, que no es un trabajo como otro cualquiera.