domingo, 14 de noviembre de 2010

POSTALES DESDE BERLÍN

Tres miembros y sus contrarias abrimos un paréntesis otoñal en Berlín. Tarea difícil lo de abrir un paréntesis en estos tiempos de estrés laboral, pero al menos conseguimos airearnos y centrar nuestra atención, por unos días, en esta ciudad cuyo mito compite con su arquitectura y sus museos. Berlín no es París, ni Londres, ni siquiera Madrid, pero cuenta con el peso de una historia reciente y dramática. Fue durante el siglo XX una ciudad partida en un mundo partido. Hoy podemos calificarla de tranquila, moderna, culta, vital, poco iluminada y orgullosa. Berlín es eso y seguramente muchas más cosas, pero sobre todo es un monumento a la autoflagelación alemana, una topografía del terror, sí, pero también de la culpa y de la búsqueda del perdón. Estos tipos que siempre se levantan y salen adelante tienen el cuajo de mostrar al mundo su terrible pasado con pulcra transparencia. El marronazo que se comen es como la escultura en chocolate de la Puerta de Brandemburgo que nos tentó desde un escaparate de Gendarmenmarkt.


De los muchos kilómetros que pateamos me quedo con la ruta de sus pecados y de su arrepentimiento: la East Side Gallery, el tramo de Muro más largo (1.300 metros) y mejor conservado, decorado por artistas tras el día que cambió todo, el 9 de noviembre de 1989; el Checkpoint Charlie, puesto de control que era la única vía de paso para los no alemanes entre las dos partes de Berlín durante la Guerra Fría; la Topografía del Terror, notable exposición que recuerda la barbarie del régimen nazi...


El Reichtag, con su espectacular cúpula de cristal diseñada por Norman Foster, es probablemente el gran símbolo del orgullo reivindicativo de esta ciudad renacida de sus cenizas. Subimos de noche, tras sufrir una larga cola, pero mereció la pena. Los alemanes también pueden presumir de un expolio artístico que está al mismo nivel que el de franceses e ingleses; el Pergamon Museum atesora impresionantes piezas procedentes de Babilonia, Egipto, Grecia y Roma. Queda como siempre el consuelo de que si no hubieran robado esas obras, ahora probablemente no existirían.


A Yiyi, que no terminó de librarse de sus demonios privados, acantonados en Madrid, le preocupaba el repostaje. Lógico para alguien que piensa en la comida después de acabar el desayuno, y en la cena tras devorar el almuerzo. No tuvo problemas en apretarse como aperitivo una suculenta salchicha en un puesto callejero antes de enfilar a un restaurante y gestionar un codillo, todo regado con jarras de cerveza tamaño XXL. Y de postre, strudel de manzana. Es lo que tienen los paréntesis, que hay que llenarlos. Swanstaiger estaría de acuerdo.

3 comentarios:

Titus Jones dijo...

Ha estado muy bien. Quizá te ha faltado alguna mención al manejo del idioma (Yes, they doesn't are) y a la palabra más germánica de todas: ¡Schweinsteiger!
De sexo, mejor no hablamos.

La siguiente San Petesburgo. Se aceptan más members.

gonso dijo...

Berlín está en mi lista. Me alegro de que la MSB se vaya de viaje y eche una meada en algún lugar del globo.
A ver si de esta el Yiyi se anima y se escribe una crónica viajera desde el punto de vista del devorador de salchichas, trasegador de cervecitas y masticador de kartofen, chukrut (o como se diga)

mmm, San Petesburgo... mola.

Pepe dijo...

Belleza la justa, espectacularidad a cuenta gotas, historia reciente a raudales, tanta como penitencia por las atrocidades llevadas a cabo por los alemanes en el siglo XX.
Con todo, visita obligada para cualquiera. Los que no la conocéis estáis tardando.