miércoles, 15 de junio de 2011

LIVING LAS VEGAS

Stefanie me recibe con una sonrisa amplia y carnosa y una imponente nariz (de todos conocida). En vivo es más atractiva que por la tele; la edad, sin duda, la ha mejorado. Alta, esbelta, manos grandes, la tipa, a sus 42 años, está para jugar, y estoy convencido de que pasaría unas cuantas rondas. Además, es extremadamente amable, lo cual se agradece en la mejor tenista de la historia. Le recuerdo sus partidos con Sánchez Vicario. “Arantxa era increíble, ¡nunca se rendía! Corría y corría sin parar, siempre más que yo”, dice. Su marido, Andre, el tenista cool que jugaba con peluca y pantalón vaquero corto —incluso en Wimbledon— es ahora un respetable padre de familia preocupado por el bajo nivel educativo de su país. Derrocha simpatía. Se pone más serio cuando le pregunto por las drogas (cuyo consumo confesó en su biografía). “Tomé sustancias de recreo, no para aumentar mi rendimiento físico”.

Esa fue mi primera misión en Las Vegas. La segunda, patearme la Sodoma de nuestro tiempo, un yunque para el martillo del sol de Nevada: el calor sofocante es el cilicio que mortifica a los pecadores en su tránsito de un casino a otro. Recuerdo mi primera visita a la zona en 1996, cuando pasamos por Death Valley: los cuervos boqueaban bajo la sombra de los arbustos espinosos. Pero volvamos al aire acondicionado. Cuánta mujer sola y cargada de años dejándose en las máquinas tragaperras los ahorros de sus finados maridos. No saques la cámara: llegará un propio que te obligará a guardarla. Ya no hay vasos para echar las monedas. Quizás los casinos se cansaron de que gente como yo, que jamás he invertido un dólar en esos azares, se los llevara como souvenir. Pero puedes adquirir a módico precio las barajas oficiales y usadas de cada casino, que se cambian cada equis tiempo igual que las pelotas de tenis en un torneo. Molan. Me compré la del Bellagio, uno de los establecimientos más famosos de la ciudad.


Cerdas siliconadas avanzan portando enormes recipientes de refrescos con forma de guitarra. Chupan la pajita con maestría y embrutecen a los frikis disfrazados de Elvis. Vendedores ambulantes ofrecen botellas de agua. Tardé un buen rato en averiguar que decían “cold water one dolar”, pero ya sabéis que mi inglés es de Oxfordshire, England. De repente, un chasquido. Un tipo revolotea a mi alrededor. Me miro la mano derecha. El tipo ha dejado ahí un mazo de cartas. No, son tarjetas. Veinte business cards de putas. Otro chasquido. Otras veinte más. Babes direct to you. Los repartidores de publicidad hacen chocar unos mazos con otros. De ahí ese ruido que sirve de anzuelo. Llaman tu atención y te pasan una muestra para que elijas. Entro en el Venetian para escapar del sofocón. En el exterior han reproducido los principales monumentos de Venecia; en el interior han construido una copia de la ciudad italiana con sus canales, gondoleros y demás tópicos, aunque en los soportales, en vez de trattorias, hay tiendas de lujo.


Las Vegas es un parque de atracciones para adultos con tentaciones para arruinarse y capillas para casarse, y sus casinos temáticos causan asombro, en especial el New York-New York y el Luxor, la gran manzana y la pirámide. Recorro todos esos, y el Mirage, y el Excalibur, y el Caesars, y el Palazzo, y el Treasure Island, y el MGM, donde hay un combate entre Manny Pacquiao y Shane Mosley y las masas enfervorizadas buscan tickets. El Cirque du Soleil tiene shows en media docena de hoteles. Hace tiempo pensaba que era un circo artesanal, pero en realidad es un imperio. Antes de coger el avión, sudoroso y agotado, regreso a mi antro de lujuria y perversión, el Wynn, para recoger el equipaje. Después de diez horas de vuelo aterrizo en Londres y en el tránsito voy cojo perdido. En Madrid casi no puedo caminar. Y me han perdido la maleta. Pero llevo encima la grabadora con las entrevistas a Steffi y Agassi, y la baraja del Bellagio...

Un mes después, sigo cojo.

1 comentario:

yiyi dijo...

Yo estuve allí, y la verdad no me emocionó en absoluto lo que vi. Si a esto unimos el calor y lo mal que comí podéis imaginaros el recuerdo que tengo
Bss