Nunca le había dado demasiado crédito al ajedrez como actividad educativa, que el Marca lo calificara como deporte me había sonado siempre a coña. Si lo he asociado siempre a pasatiempo de tipos muy muy listos, de ahí mi extrañeza a que tuviera cabida en ese periódico o lo que sea.
Pero resulta que en los últimos días han llegado a mis oídos comentarios en la radio y la televisión sobre las bondades de la práctica del ajedrez en niños. Incluso, educadores de gran prestigio han propuesto complementar, e incluso sustituir las matemáticas por el ajedrez en determinadas etapas tiernas del ciclo educativo.
El caso es que cuando uno rasca un poco y se interesa por el asunto, se sorprende de la cantidad de aspectos favorables que se asocian a este juego. Por ejemplo, es innegable el aumento de la capacidad de atención y concentración, de cálculo, de memoria y de razonamiento lógico, las mejoras en la capacidad de resolución de problemas, de análisis y de síntesis, de pensamiento convergente (aplicar el razonamiento lógico para llegar a soluciones correctas) y divergente (desde lo que se conoce, buscar soluciones nuevas, creativas).
Jugando al ajedrez también se estimula la iniciativa, el autocontrol, la reflexión, el esfuerzo que supone devanarse los sesos, el pensamiento crítico con uno mismo, y sobre todo la responsabilidad y la autonomía. Un monigote de 6 años pongamos por caso, toma al cabo de una partida “n” decisiones por si mismo, sin ayuda externa, de las que es único responsable y de las que dependerán su éxito y su fracaso, pues sabe que el azar en este juego no cuenta.
Y que me decís de lo que supone aprender a estar en silencio y esperar respetuosamente a que tu contrincante mueva pieza, asumiendo que las normas no se infringen bajo ningún concepto aunque no haya árbitro. El ajedrez no entiende de trampas, no ocurre como en ciertos deportes donde cometer faltas tácticas, simularlas o intentar engañar a los árbitros forma parte del juego e incluso habla para bien del “oficio” del jugador tramposo.
Además es un juego que permite aprender del propio error, y en el que dos personas pueden jugar en igualdad de condiciones sin importar la edad, el sexo, el idioma, o la presencia o no de minusvalías físicas en alguno de ellos o en ambos. Es por tanto un juego que facilita la socialización.
Que queréis que os diga, a mi los expertos me han convencido. No se que coño he hecho hasta ahora habiéndome quedado en conocer tan sólo como se mueven las fichas, o los nombres de los grandes maestros como Fisher, Karpov o Kasparov, la defensa ¿o apertura? española y poco más. Lo bueno es que parece que nunca es tarde y que incluso cuando seamos abueletes podremos practicar ajedrez como gimnasia mental de primer nivel. Lo que si parece claro que nuestros hijos si pueden verse beneficiados con la práctica de este juego y que cuanto antes se inicien, mejor para ellos.
Y digo más. Estoy convencido de que en este país se juega poco al ajedrez. Al menos, las decisiones estrambóticas de nuestros políticos y dirigentes en general, carentes de cualquier lógica y de cualquier ejercicio de reflexión previo son un buen ejemplo. Aquí los errores se tapan con nuevos errores que los encubran, y si no, ya están las campañas de marketing para vender los fracasos como éxitos y los errores propios como hechos imputables al adversario o al empedrado.
Definitivamente, el tablero de cuadros blancos y negros debería formar parte del ADN de cualquier candidato a cualquier cargo público o de cara al público, garantía de gente reflexiva y lógica, responsable de sus decisiones, capaz de asumir que el error garrafal tiene como consecuencia que la siguiente partida la juega otro.
De ser así, el jaque al ciudadano no sería el estado natural de este país.
2 comentarios:
Buena reflexión. Mi hijo empezó en el mundo de la competición ajedrecística cuando era un renacuajo y teníamos que ir a competir a pueblos más allá de "a tomar por saco"
Lástima que un jaque pastor se cruzara en su incipiente carrera y quedara desmotivado por completo. No veáis lo que le jorobó perder de aquella manera.
A partir de ese momento se enrocó.
Me gusta el ajedrez, pero admito mi poca paciencia a la hora de jugar. Suelo palmar por precipitación. Recuerdo que el mítico Chusma (sí, el de las 12 pajas diarias) era un crack de este deporte. Por cierto, retomando el post de las firmas de Gonso, tengo un pequeño tablero con la rúbrica de Viswanathan Anand, campeón del mundo de ajedrez y vecino de Collado Mediano. Lo entrevisté hace unos años.
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