De mi etapa escolar apenas tengo documentos gráficos. Mejor dicho, sólo tengo una foto. Estaba en un album perdido y no reparé en ella hasta que las urgencias del Hoffman me hicieron abrir la caja de Pandora y desempolvar viejos recuerdos.
Casi al mismo tiempo y de manera casual contacté con uno de los que aparecen en la foto. Se llama Jorge y es profesor de edafología ambiental (ni idea) en la universidad de Elche. Nos hemos enviado fotos recientes y con toda seguridad si nos encontráramos en un ascensor averiado no nos reconoceríamos ni de coña. Aún conociendo su rostro actualizado a la versión 4.0 no me acostumbro a relacionarlo con aquél Jorge, Jorgito, ya que era el más bajito, que se ponía rojo como un tomate cuando nos preguntaban en clase o se cabreaba con alguien. Ahora veo a todo un doctor en edafología que no creo que se ponga ya colorado.
A él creo que le pasará lo mismo conmigo. Me recordará en el patio del colegio ejerciendo de niño de 8 años y tendrá alguna imagen indeleble de nuestras andanzas en la EGB. Así que encontrarse ahora con el Gonzalo del siglo XXI quizá le provoque algún tipo de sentimiento contradictorio. A mi me pasa. Ver y saber de Jorge me ha producido una inmensa alegría ya que de todos los compañeros del cole él era uno de los que podía considerar un amigo. Me gusta saber que la vida, con sus más y sus menos y sin entrar en detalles, ha permitido a aquellos niños de 8 años tirar para adelante. Pero por otro lado intento no substituir la imagen que tengo de los dos, y de otros, en los felices años del Gymnasium español, por las más modernas fotos digitales de ahora. El refugio del pasado feliz no se toca.
Independientemente del valor sentimental, esta foto tiene el encanto de pertenecer a otra época. De hecho a otro siglo. Me llaman la atención los atuendos. En aquél 1976 el concepto de la moda algunos no lo manejábamos ni mucho ni poco. El jerséy de cuello vuelto con otro jerséy por encima parece que era lo más habitual, en mi caso seguro que me lo hizo mi madre con la tricotosa. Lo de las deportivas es para nota; las Adidas eran inalcanzables, las Nike ni existían así que ahí me tenéis con mis Baltarini Sport que eran de hierro.
Si uno se fija bien podrá adivinar en el centro de mi frente una tumefacción importante, vulgo chichón, trofeo habitual de las escaramuzas del patio que no precisaban de trombocid ni mejunje alguno si no una moneda de diez duros bien apretada y a correr.
En una semana y vía internet, en facebook, hemos localizado primero y formado después un grupito de antiguos alumnos del cole. A ver si poniendo aquí también la foto alguien se reconoce y revive ese pasado que tenemos en común.
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