jueves, 20 de septiembre de 2007

BANDERAS DE NUESTROS PADRES

El otro día, hablando con Titus sobre el subidón que me producían los chicos del basket, mostró su escepticismo sobre las selecciones / deportistas españoles. "Este país está liquidado. Lo único que me da satisfacción es el Madrid, que es el mejor embajador de esta ciudad y de España". Le hablé de Nadal y de Alonso. Nada. No hubo forma de convencerle. Me parece que viaja demasiado a Cataluña...
No me considero un nacionalista español. Mi patria, si tuviera que elegir una, es mi infancia, donde todo era (casi) perfecto: un paisaje de sueños, ilusiones, amigos, aprendizaje, experiencias... Un paisanaje donde la enfermedad y la muerte no habían hecho aún acto de presencia. Pero sintiéndome ciudadano del mundo, sé cuál es mi país, el más antiguo de Europa, dueño de una historia rica y también, por tramos, dramática. España, a veces madre y siempre madrastra, como dice la canción, un lugar donde sentarnos y conversar: el lugar donde nací. No tengo dudas existenciales al respecto. El asunto de la pluralidad me parece una perogrullada: creo que un catalán tiene más puntos en común con un andaluz que un yuppie neoyorquino con un paleto de Wyoming, pero en los USA nadie discute sobre pasados neolíticos. En esa riqueza de lenguas y caracteres, en esa diferencia radica nuestra fortaleza, pero hay personas dispuestas a dinamitar la convivencia por intereses políticos o por pura ignorancia. La ignorancia, por cierto, sí que es la patria de mucha gente. Conozco a un tipo de un club cicloturista al que pertenecí que no quería la bandera española en el maillot (apenas una tira en los costados) por ser "franquista" (naturalmente no tenía ni puta idea de la procedencia de la enseña nacional). Le dije que Carlos III la eligió en su día porque sus colores se veían bien en la distancia. Una cuestión práctica: el rey quería que sus barcos fueran visibles; yo, que lo fuera nuestro maillot para que los coches no nos pasaran por encima.
En mis viajes he conocido a un montón de extranjeros orgullosos de sus países. He visto banderas ondeando en casas alemanas, francesas, italianas, noruegas... y no pasa nada. No creo que se trate de patrioterismo barato u orgullo de tribu. Aquí se está montando la de Dios con este asunto, hasta el punto de que, siendo pesimistas como Titus, podemos llegar a imaginar que las banderas de nuestros padres no serán las de nuestros hijos.
Aun siendo del Atleti, seguiré prefiriendo que el Madrid gane la Copa de Europa antes que un equipo italiano. Animaré a Alonso frente a Hamilton. A Nadal frente a Federer. A la selección de basket frente a cualquiera. Incluso a la de fútbol, aunque me irrite y me decepcione ad náuseam. Y combatiré intelectualmente a cualquier acomplejado nacionalista periférico.

4 comentarios:

yiyi dijo...

Lo unico que hace falta oara acabar con toda esta ignorancia y egocentrismo nacionalista es que el personal se de una vuelta por el mundo y se den cuenta que su actitud es una paletada y no tiene sentido en un mudo superconectado

Titus Jones dijo...

Lo siento, cada vez me identífico menos con la bandera de España. Me la pela literalmente la de España y todas las demás. Menos mal que a los madridistas nos queda el escudo y la camiseta blanca. Por lo demás somos una mierda y no es por ir demasiado a Cataluña (estoy con Luis son unos paletos de manual). Todo empezo con el hijo puta de Naranjito ¿os acordais? Maldito cabrón mata ilusiones de mierda

Gonso dijo...

Yo creo que salvo cuatro analfabetos el rollo nacionalista es simple y llanamente un producto del chiringuito político-mediático que se han montado y del que chupan del bote los del partido de turno y la prensa canallesca que les da bola. Me da a mí que a Visente en Valencia a la señá Montse en Olot y a Patxi en Donosti lo que les importa es que no les suban la hipoteca, que no les falte para llegar a fin de mes y a lo más que le metan 3 al Madrid en el Bernabéu.
Del atleti no suelen comentar mucho.

PacMan dijo...

Triste todo esto. Pendulo entre la absoluta indiferencia y la más incontenida ira que os podáis imaginar. Equilibrio perfecto, proclamo.