jueves, 13 de octubre de 2011

USURA, SIGLO XXI

Conocía a Don Oscar hace dos años. Visitaba esporádicamente la capital para conocer de primera mano su nueva sede de Madrid, que estabamos construyendo desde 2007. Traje azul marino impecable, zapatos de piel a los que el polvo de la obra no sentaban nada bien, mirada inteligente e inquieta. Es lo que esperamos todos de un banquero. Alguien en quien confías los ahorros de toda tu vida o los de tus ancentros sin pensar en mucho más. No sea que de tanto pensar, y pensando en lo peor, se te ericen los vellos del cuerpo humano.


Y es que todos hemos conocido más de un director de nuestro banco. Y nos ha dicho el nuevo -hablando del anterior- aquello de "García ha ido a ocupar un puesto superior". Te lo dice aquel joven al que te cuesta recordar para lo poco que vas, y del que te olvidas cuando lo vuelven a sustituir dos años después. Al fin y al cabo, ¿cuántas veces en la vida nos hipotecamos o vendemos el piso de nuestros padres? Eso sí, va equipado de serie con traje azul marino impecable, zapatos de piel y mirada inquieta. Puede que haya sido colocado a dedo por su yerno y no valga ni uno de sus zapatos italianos de marca, pero ¿qué más da, si en dos años estará de secretario de su yerno? En todo caso, son personas con envoltorio estandar de seriedad que irradian confianza de la de verdad de la buena. Pero claro, la sensación de confianza inigualable se multiplica por mil cuando tratas con todo un director general adjunto y destacado directivo responsable de la fusión de dos cajas que desemboca en banco.

Pues bien, uno de esos tres altos ejecutivos de la Caja convertida en Banco que hemos salvado entre todos los españoles recientemente es Don Oscar. Se ha ido con siete millones de euros bajo el brazo, entre fondo de pensiones e indemnización. Seguro que todo es legal. Seguro. De cualquier manera, sigo pensando que prestar a otros con un interés (ya la palabra interés denota algo turbio) no debe ser del todo ético. Las religiones de todas las épocas y los filósofos de todas las tendencias políticas han repudiado la usura, y eso quiere decir que algo podrido hay ese negocio de negocios. Yo sigo trabajando y ahorrando si puedo -que últimamente va a ser que no- para que mis dígitos pasen de rojo a negro al final de cada mes. Mientras conserve el puesto de trabajo seguiré adelante. Pero cada vez más entiendo a los Indignados. No hay derecho a que en una simple acción financiera cualquiera cambien de manos los ahorros de tantos. No hay derecho. De momento, a soñar con que nos toquen los ciegos el 11-11-11 y podamos irnos a vivir la vida con el perro Curro... o con Don Oscar.

4 comentarios:

Jose dijo...

El mundo al revés: los curritos dando dinero a la banca, para que luego enjuguen sus pérdidas y no retornen nada a la sociedad; bueno sí, cuando después de conceder un préstamo millonario a una dudosa inversión (¿Aeropuerto de Castellón, Ciudad Real, MARTINSA, etc...?) se piran con toda su familia a pegarse la gran vida en Río.

Pepe dijo...

No veo yo muy preocupados a los altos ejecutivos de los bancos y cajas. Por muy mal que lo hagan siempre saldrán de rositas y con los bolsillos llenos. Tipos listos que estarán en condiciones de disfrutar tranquilamente de su nueva profesión: pastores de nubes.
No creo que un final tan bucólico sea posible en ningún gremio más, aparte del de los expresidentes del gobierno, por ZuPuesto.

Mike Muddy dijo...

No solo banqueros; ejecutivos de grandes empresas se van con los bolsillos llenos después de echar a cientos de personas a la calle. He conocido a unos cuantos. Incluso les hacen cenas-homenaje.

gonso dijo...

El dinero es como la energía, ni se crea ni se destruye, sólo cambia de bolsillos... y siempre son los de los mismos.