Madrugo, como todos los días, preparado para una dura jornada. Los dolores de rodilla permanecen controlados. Miro al cielo, está cubierto pero no llueve, es un buen augurio. Comienzo la ascensión del duro Cebreiro.
Posiblemente esta no sea una etapa más dura que la de la fuenfría, pero las charlas durante el camino ayudan a mitificarlo. Es el último gran puerto antes de llegar a Santiago, después las alturas no son muy importantes, o eso marcan los mapas.
A un Km del comienzo empieza a llover fuerte, no queda otra que continuar. Mientras se asciende la lluvia no molesta demasiado, voy por un valle intensamente verde, voy dejando atrás las últimas tierras leonesas. En la cumbre ya estaré en Lugo.
El puerto no es más duro que otros, la marcheta controlada ayuda a sobrepasarlo con relativa facilidad. Posiblemente el paisaje es muy bonito, pero la neblina que cubre todo me impide verlo. Corono y transito por un altiplano. Es una lástima, pero creo que me estoy perdiendo algo bonito.
Comienza una fuerte bajada. La lluvia adquiere otra dimensión. Todos sabemos que puede caer desde arriba, ser una lluvia racheada y golpearte desde los lados, pero lo que no sabía es que también sube desde abajo. La rueda escupe agua y barro en cantidades industriales. La bajada se hace muy penosa, no vea nada. Empiezo a sufrir mucho frio, no puedo controlar la tiritona, no puedo parar, no hay refugio en estas montañas.
A mitad de cuesta me quedo sin frenos, la arena se come las pastillas, solo aguanta una pero está en las últimas. Tendré que parar en el siguiente pueblo que tiene taller, está a 25 Km, Sarria. La bajada se hace más penosa todavía. Debo aumentar las precauciones, no puedo acelerarme demasiado pues se rifa una leche importante.
El día sigue discurriendo con más lluvia y miedo a una caída. Sinceramente no guardo ningún recuerdo del paisaje, tengo otras preocupaciones, solo sigo las flecas amarillas que balizan todo el camino. Paso por pequeñas aldeas deshabitadas, no disfruto nada.
Las cuestas van cediendo a un paisaje más suave ya en el valle. Paso por Samos, tiene un impresionante Monasterio pero yo no tengo mucho tiempo para verlo. Estoy deseando llegar a Sarria para resolver mi problema. Los caminos son más fáciles y no tengo que tirar tanto de los frenos, apenas responden.
Por fin llego a Sarria, no tengo que buscar mucho, el taller está en la ruta, delante de mi hay otro ciclista en apuros sustituyendo un cambio. Me da tiempo a recuperarme del frio y el susto. El Santo me ha protegido, he llegado sin más problema pero en muchos momentos he pasado miedo
Con la bici plenamente competitiva de nuevo sigo camino, ya relajado, solo me molesta la lluvia, que no ha parado en todo el día y no tiene visos de parar. Pero en este momento ya apenas es un problema, me obliga a extremar el cuidado en el camino y por ello el paisaje se me escapa.
Avanzo por tierras gallegas, las aldeas y las parroquias pasan sin apenas distancias entre ellas. Estoy en la Galicia profunda, Lugo. Me dirijo al Miño, pero antes tengo algunas subidas suaves. Los caminos son una gozada, discurren por valles cerrados, naturaleza rural en estado puro. Pequeñas parroquias y más aldeas
Desde Sarria hay 110 Km, es el comienzo de muchos peregrinos, para que te den las credenciales del camino hay que hacer al menos 100 Km. Con todos ellos cruzo un “buen camino”, saludo oficial de esta aventura. En la edad media se decía: “ultreia” y el otro peregrino respondía “e suseia”. Traducido es “mas allá” y la respuesta era “y más alto”.
Llego a Portomarín a orillas del Miño. El refugio municipal está a tope. Estamos en las últimas etapas del camino y hay cientos de peregrinos. Por alguna razón que desconozco este pueblo me da mal rollo. Quizá es demasiado grande para lo que estaba viendo por el camino. Es pronto todavía para buscar otro refugio en este pueblo y decido seguir camino. Estoy a 90 km de mi destino y todo lo que avance hoy hará la próxima jornada más cómoda, ya solo me queda un puerto mediano y me lo voy a quitar de encima.
Llego a Gonzar, a 81 km de Santiago, son las 6 y he recorrido 90 km. Son pocos para lo que he estado haciendo pero os aseguro que la etapa ha sido de las más duras por la lluvia, que por supuesto cede nada más llegar al pueblo, por las averías y por la dura orografía. Han sido 90 km bajo la lluvia intensa.
Paro en un albergue municipal pequeñito, como el pueblo. Esta limpio y es cómodo. Hoy no había quedado con mis colegas, no teníamos claro hasta donde llegar, paso la tarde solo. Hay dos bares y reparto mis inversiones en cervecismos y cena entre los dos.
Hablo con otros peregrinos españoles y brasileños. Ya se siente la cercanía de Santiago.
Todavía no os he hablado del tercer colega, Carlos. Tiene 30 años está soltero y también trabaja en la misma fábrica que sus compañeros. Es un flipado de las bicis, la que tiene la ha montado él comprando las piezas por internet, la ha salido todo por 3000 €. Vive en Fuenla. Tiene pocos estudios y no le gusta mucho su trabajo. Considera que el vale para más. Iván, su compañero, le echa en cara que no tiene ninguna obligación, que gasta más de lo que debe, que se da muchos caprichos y que vive muy cómodo con sus padres. Carlos responde que no tiene ninguna obligación, ya será responsable cuando lo tenga que ser, por lo pronto tiene novia pero no tiene nada claro lo de casarse. Es el más extrovertido y divertido de los tres. También arrastra un fuerte dolor de rodilla pero ha aguantado. Le gustan las cuestas y lleva unos desarrollos exagerados. Seguro que esto es la causa de su lesión.
Hoy he aguantado el chaparrón, he seguido las flechas amarillas, he sido prudente cuando debía, no he podido ver el paisaje y guardo pocos recuerdos del camino. Cuando tocan torcidas hay que apretar los dientes y seguir. Cuando hay problemas se resuelven, en todo caso siempre hay que decir….. ¡¡¡Ultreya!!!. Siempre adelante, no nos podemos parar por las dificultades. Tomaré ejemplo para el camino de la vida.
3 comentarios:
Tu mejor crónica hasta la fecha, dentro de un nivel alto. Muy bien expresados el sufrimiento y la soledad de la jornada. Me hubiera gustado acompañarte.
Qué mérito tiene seguir cuando te vienen mal dadas y no te bajas de la bici y te lías a patadas con ella. Sin rencor.
No hace falta que insistas, estás nominado.
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