El objetivo de revisitar los lugares sagrados del Scarlettismo se pone por fin a tiro, aunque las presumibles jornadas de coche con banda sonora ochentera y excesos gastronómicos, tienen un preludio inesperado zampando Mc menús en un centro comercial antes de asistir a una sesión golfa de cine más golfo aún. Este paréntesis aberroide que hacemos antes de contemplar de nuevo los palacios y catedrales, nos enseña una nueva dimensión de la piedra santiagueña, que a partir de ahora marcará la senda hacia territorios inexplorados: la Lapiedra está buenísima, guarra pero buenísima. La noche pasa entre ronquidos y comienza nuestro periplo Santiagueño con el abrazo al santo, ése que llegó en una barca de Lapiedra, digo de piedra, a las costas gallegas según reza la tradición jacobea. Paseos, fotos de portada de LP de Mocedades y por fin retrato retro que acabará por ser un hito. Muxia nos acoge a la hora de comer y lo que podría haber sido tan sólo un tentepie, se convierte en un dislate provocado por esos productos del mar que ya no sufren el engrudo venenoso que, para su desgracia, hizo famosas a estas costas. La ruta nos lleva hasta el cabo Vilán previo a nuestro objetivo peregrino de Finisterre, donde las nubes nos esconden la puesta de sol, pero aún así podemos evocar aquél tiempo de juventismo y romerismo Scarlettiano.
Partimos después hacia Muros donde hace 25 años pasamos de refilón para echar unas potas y comer unos tristes yogures. En el trayecto uno termina por convencerse de que lo más cerca que podemos estar de la mítica mamada en ruta es encontrarnos a una tía borracha en una gasolinera, pero como la esperanza es lo último que se pierde, pues cada cual imagina su episodio como le parece. La cena se nos va de las manos en un espectáculo de langostinismo y bogavantismo del que todavía no me he recuperado. Nos dan las tantas de nuevo y el domingo nos recibe con recuento de visitas al tigre que pone al descubierto que incluso consiguiendo un hat-trick uno puede quedarse fuera del ranking por los numerosos episodios de intestinismo sucedidos en la noche. Sólo nos queda volver. Pero incluso del camino de vuelta disfrutamos con la banda sonora de nuestras vidas, que aunque incluso pueda llegar a sonrojar fueron un leitmotiv de la banda; canciones perpetradas desde las tripas que significaron una ruptura y a la vez un ajuste de cuentas con personajes que ya son sólo pasado. Sanabria y su lago ponen a prueba nuestra memoria, y en mi caso salgo derrotado estrepitosamente; el resto del camino sirve ya para hacer balance. Lo hemos conseguido, juntos on the road again, en el difícil tiempo de las agendas imposibles y los compromisos familiares. A partir de ahora habrá que pensar en el año que viene cuando retornemos a la carretera hacia nuestros cuarteles del Norte.
Ya queda menos.
Recios.
3 comentarios:
Así fuimos, así somos. No todos pueden conjugar unidos el verbo ser. Eso es lo que importa. Buena y detallada crónica para que no se olviden los detalles.
Muy buen post, literario y elegante a pesar de lo escabroso de determinados pasajes. Muy de tu estilo. Me ha gustado tanto o más que Mary The-stone.
¡Qué bien lo pasamos, joder!
Evocador, provocador. No cambies nunca, Gonso. Demos por hecho que habrá un viaje en 2012 y que allí estaremos para seguir siendo.
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