"NINGUNA BUENA ACCIÓN QUEDA SIN CASTIGO" (BILLY WILDER)

"Soy el señor Lobo. Soluciono problemas". La escena protagonizada por Harvey Keitel en "Pulp Fiction" cuando intenta resolver el desaguisado provocado por los matones Vincent Vega y Jules Winnfield (John Travolta y Samuel L. Jackson) me parece una de las más desternillantes y clarificadoras del cine reciente. Algunos han visto en ella, incluso, lecciones de liderazgo. Pues bien, desde hace tiempo me siento como el señor Lobo, pero en su vertiente "redactor tarifa plana". Para entendernos introduzco aquí otra frase gloriosa, esta vez atribuida a Billy Wilder: "Ninguna buena acción queda sin castigo". Y ahora me explico.

Como sirvo lo mismo para un barrido que para un fregado voy allí donde los marrones brotan como las malas hierbas, igual que los jesuitas a cuya orden pertenece el Papa Paco: a los tres votos habituales de los religiosos (obediencia, pobreza y castidad) añaden el "circa misiones", es decir, estar listo para ser enviados allí donde sus servicios sean requeridos. Así estoy yo, como el pueblo de Israel, dando tumbos, sin echar raíces en ninguna parte, pero sin descarrilar, algo a tener en cuenta en estos tiempos. "Eso es que te valoran", escucho a mi alrededor. No. Eso es que me utilizan.

A diferencia del respetable señor Lobo, bien recompensado por sus servicios, con un cochazo a su disposición ("estoy a treinta minutos de allí... llegaré en diez"), mis buenas acciones no me han reportado más que castigos (más cosechas de marrones). Quizás debería dar gracias por seguir vivo mientras otros caen, pero algún día me gustaría ser dueño de mi destino. Por no hablar de que mi otro yo (el padre-marido-hijo-hermano-amigo) está capitidisminuido. En fin.

Voy a echar la Primitiva.