miércoles, 15 de agosto de 2012

A LA CAZA DE LA XANA ASTURIANA



(Versión corregida y aumentada a 15-8-2012 de nuestras andanzas asturianas. Se agradecen nuevas aportaciones).


Para continuar con la sana tradición de reunir a la banda y rememorar su leyenda, los miembros cerraron gira por la verde Asturias en un apretado fin de semana largo que cerraba el mes de mayo de 2012. Como sin pillería no hay tanta satisfacción, casi todos los miembros dieron excusas baratas en sus respectivos curros para escaquearse y disfrutar de la ruta en carretera mientras nuestros jefes, compañeros y súbditos sobrevivían al viernes.
El transporte, limusina a estrenar cortesía de la familia Franco, salvo el séptimo miembro, don Gonzalo, que debía satisfacer a algunas mamás buenorras antes de poder partir vía aérea como mandan los santos cánones. Velocidad de crucero, 130 km/h, Titus nos dirige con mano firme, para entrar “haciendo el afilador” en la muy noble ciudad de León, donde ya tenemos reserva en un local muy recomendable, en el que hay 2 barras más mesas que rápidamente ocupamos. Magnífica pitanza a base de cecina, bacalao al ajoarriero y otras delicias que presagian un finde inolvidable.


Como la historia tiene la mala costumbre de repetirse, en las puertas de la catedral sufrimos otro atropello, en este caso pecuniario, y que no se solucionaba como en Burgos calzándonos los largos, sino soltando 5 leuros por cabeza; Yiyi impreca en la Casa del Señor, así que optamos por salvar su alma y retirarnos a dar una vuelta y bajar la comida.
Después del paseo leonés, seguimos rumbo a nuestro destino, Oviedo, sin más contratiempos. Recogida de llaves y tenso reparto de habitaciones. Nadie quiere compartir concierto nocturno con el ronquer de moda. Solucinado el problema, que no lo es, ya que realmente Yiyi no ronca, partimos a Avilés, pueblo con gran historia pero de arquitectura moderna fallida.
En la plaza, mientras nos apretamos unas birras, observamos a un grupo de indignados que, en animada asamblea, debaten si siguen llamándose 15-M Avilés o se integran en una plataforma mayor. Algunas fuentes apuntan que la reunión ciudadana duró más allá de la final de la Copa del Rey, que los miembros vimos en el aeropuerto asturiano mientras esperábamos a don Gonzalo, cuyo vuelo se retrasó como no podía ser de otra manera. “Iberia es lo que tiene, o sales tarde porque sí, o hay retraso porque yo que sé, o la maleta vete tú a saber o hay huelga de controladores, o de pilotos, o de personal de tierra o de su puta madre, pero hagas lo que hagas siempre llegas tarde”, declaró más tarde don Gonzalo. “Lo único bueno de la espera en la T4 fue la visión de un cruce de piernas justo en frente de donde me encontraba sentado, que debo confesar, me obligó a adoptar una postura poco natural del cuello con el afán de ver Segovia y su acueducto”.
El Barça le metió un “rabo” al Athletic de Bielsa, entrenador argentino cuyo prestigio se sustenta en un cierto autismo salpimentado con derrotas.
Reunida la banda, regresamos a Vetusta para hacer los honores a una sidrina acompañada con viandas de la tierra. La calle está llena de promesas de blowjobs, pero como la jornada siguiente prometía ser intensa nos retiramos a nuestros aposentos... Aunque otras versiones cuentan que volvimos una vez más a estar a años luz de cualquier acontecimiento (por ejemplo, un blowjob) que no fuera pimplarnos unas sidrinas escanciadas como Dios manda y meternos entre pecho y espalda unas suculentas raciones.
El momento de la noche llegó después de comentar que uno se entretiene por la calle considerando qué ejemplar del sexo femenino podría constituir un episodio adúltero y cuál no. Y llevado el entretenimiento al extremo, qué tía con la que te cruzas en la acera cambiarías por tu santa. Se convierte entonces el inocente paseo en un continuo sí, no, no, no, sí, sí. Lógicamente el juego adquiere una dimensión u otra dependiendo de si uno se pasea por, pongamos Villamanrique del Altozano, o si lo hace por Ibiza en un fin de semana veraniego.
En esas estábamos haciendo valoraciones del personal que iba y venía, cuando de golpe y porrazo se asomó a la cabecera de nuestra mesa una camarera que en décimas de segundo fue analizada por siete pares de ojos que le hicieron la radiografía de arriba abajo en menos que canta un gallo. Algo se debió oler pues dudo que nunca se hubiera visto en semejante tesitura. El veredicto fue un rotundo: no. Ni de coña.


Algunos tuvieron que pasar la noche en compañía de ese que no ronca e incluso Pepe tuvo que escuchar un coro poco angelical amenizándole el descanso nocturno. Aunque lo peor estaba aún por llegar.
Amaneció soleado y se impuso el desayuno y el paseíto por el centro para ver la catedral -gótico clarísimo- con sesión de fotos incluida en la que Pacman tuvo que esprintar para no quedarse fuera. Seguimos paseo y nos topamos con la bandera del recorte. Después de especular un rato sobre su significado optamos por preguntarle a los paisanos y acabamos
manteniendo una conversación en que todas las palabras acababan en e.

Back in the car, perdimos por dos veces la oportunidad de optar al “World Press Photo” por nuestra manifiesta incapacidad de aprovechar las ocasiones. La noche ovetense había dejado sus cadáveres y tuvimos ocasión de ver a esa pareja en estado de semi-inconsciencia alcohólica
que dormitaba sentada en la parada del bus sostenida tan solo por los vapores del Ballantine’s. Ni con el objetivo totalmente inmóvil y desamparado fuimos capaces de hacer una foto que inmortalizara ese “momento pedo”. También nos costó lo nuestro retratar el sublime “Que trabaye Cascos" que adornaba una pared.

Titus, como buen conocedor de la geografía nacional, se ofreció a llevarnos a ver el famoso hotel Reconquista, pero por una vez le falló su sentido Panama Jack de la orientación y vivimos nuestro particular día de la marmota al pasar catorce veces por el mismo sitio. Por cierto, muy
bonito el hotel (¿Lo llegamos a ver?).



Una vez salimos de Oviedo, ya estábamos de nuevo los siete members on the road, rememorando el pasado común, buscando la naturaleza, el cervecismo, el triperismo y, por qué no reconocerlo, la mítica mamada en ruta que puede que nos espere tras una esquina insospechada. Quizá fuera al doblar una curva en el camino del desfiladero de las Xanas en el
que las ninfas del bosque se nos aparecieran para ponernos mirando al barranco y dejarnos el sable reluciente. Quizá fuera allí pero esa será otra historia.

Llegamos al parking del desfiladero de las Xanas en el Concejo de Santo Adriano tras paradita en el inicio de la senda del oso para tantear la disponibilidad de bicicletas para la sesión vespertina. “American Land” de Bruce a todo trapo y las mesiánicas palabras de Ares “Viva España, viva el Rey, viva el orden y la ley” acompañaron nuestro viaje en dirección sur por el precioso valle del Trubia.

Echamos manos de las mochilas y en ellas metimos chubasqueros, algo de cremita para sol y gorras, preferentemente las que no se quedaron en Madrid. Una vez listos comenzamos nuestra andadura. Primera parada a los diez metros, en un bareto colocado  a huevo para cafelito predesfiladero y últimas meadas. Carga de botellas de agua y allá que arrancamos de una p. vez.

Tras un tramo de tanteo por carretera en suave subida al 25%, tomamos por fin el sendero pedregoso que nos introdujo de lleno en el desfiladero. Las limpias aguas del arroyo nos llamaban desde muy muy abajo durante un primer tramo espectacular de paredes escarpadas y vertiginosas que dieron paso de repente a una segunda parte de vegetación frondosa y en la que el camino discurría a escasos metros del rio. Era aquí donde según la leyenda las gráciles Xanas de las aguas, en la noche de San Juan, tenían por costumbre satisfacer sexualmente a cuantos embrutecidos pastores encontrasen a su paso. Qué suerte ser pastor asturcón precisamente esa noche y poder compartir generosamente tu carne en barra con las ninfas del río.

La senda abandonó finalmente la vera del arroyo y, tras unos pocos minutos, tan sólo un gran repecho tapizado de mullida hierba nos separaba del final del camino. Allí arriba nos esperaban la ermita de San Antonio y el tejo centenario, a los que se consiguió llegar no sin antes dejar al descubierto las vergüenzas físicas de los miembros de la banda, que entre hiperventilaciones varias y traguitos de agua reponedores, se tomaron su tiempo en esta mini ascensión. Triste preludio para lo que algún día podría ser Monte Perdido.

Una hora después de la partida, final del camino. En mitad de un espectacular valle asturiano con toda la gama de verdes posible a la vista y con el pueblo de Pedroveya a escasos 300 metros, reponer fuerzas con manjares de la zona era justo y necesario, de hecho era el motivo encubierto de semejante palizón físico. Encaminamos pues nuestro pasos hacia el pueblo, en donde habíamos reservado para comer en el restaurante Casa Generosa. Nunca un nombre de establecimiento hostelero consiguió ser tan preciso. Nos instalamos debajo de un hórreo y todos menos Titus, comprometido al máximo con su espartana dieta de veinte kilos fuera, comimos fabes y más fabes, estofado de cabrito y estofado de ternera, y de postre, de todo un poco, o un mucho que más daba, ya habíamos perdido cualquier referencia anterior de los que debían ser nuestros perímetros de cintura otrora de avispa, como dejaron a las claras las lamentables instantáneas tomadas a los postres. El café de puchero no fue el digno remate que esperábamos pero si los licores de castigo y el precio, 15 euros por cabeza. Magnífica relación precio-calidad que el mismísimo Fernando Alonso ya había constatado en diversas ocasiones anteriormente como nos aseguró el camarero que nos atendió.

Con la tripa como el lobo del cuento de los siete cabritillos empezamos el regreso del tirón sin plantearnos ninguna paradita, lo cual hubiera sido una mala decisión. Otra horita de vuelta salpimentada por un buen repertorio de pedos a cargo de Yiyi y rápido a los coches. Non stop, pim-pam toma lacasitos... la senda del oso y siete bicicletas siete nos esperaban como briosos corceles preparados para galopar con desenfreno por los valles asturianos. Todos ardíamos en deseos de pedalear, bueno todos menos uno al que el plan del paseíto en bici en el fondo no le hacía mucha gracia. Pero eso será otro capítulo para recordar…




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